REENCUENTRO EN LA TIERRA SONORA





Plaza Próspero Molina y escenario Atahualpa Yupanqui


REENCUENTRO EN LA TIERRA SONORA

    La edición 2021 del Festival Nacional de Folklore de Cosquín fue suspendida por la pandemia de coronavirus. La famosa plaza “Próspero Molina” estaba desierta y oscura. No alumbraba la negritud ni una de las nueve lunas coscoínas. Sin embargo, la estrellada noche cordobesa pintaba el escenario con unos finos haces de luz. Reposo total. La ciudad del folklore argentino dormía su sueño de silencio. Una triste quimera para este lugar y este entorno serrano. 

    A las dos de la madrugada, fueron apareciendo de la nada misma, poco a poco, algunos duendes del pasado más iluminado del folklore argentino. Eran los instrumentos musicales y las voces de quienes habían callado durante largo tiempo, tras la muerte de sus intérpretes. 

    El brilloso piano de Ariel Ramírez bajó difuminado al son de canción cuya música había creado junto a la letra de Félix Luna. Surgió del silencio profundo del escenario, indio toba sombra errante de la selva. Pobre toba reducido. Dueño antiguo de las flechas… [1] No era el fantasma de Ariel, solo la música de su piano en sombras que había recorrido un largo camino etéreo desde Santa Fe, tierra natal del folklorista. Luego de unos minutos como en un eco emergieron los acordes de la guitarra de Eduardo Falú que se instaló suspendida cerca del piano. Procedía de los llanos subandinos de El Galpón, Salta, llevando el son del lugar donde había nacido su dueño. La guitarra comenzó a tocar unos acordes que se escucharon desde lo profundo de la sierra como ecos que invocaban al amor. Y nunca te'i de olvidar, en la arena me escribías, y el viento lo fue borrando, y estoy más solo mirando el mar… [2] Tras el ensueño nocturno del indio y la tonada aparecieron suspendidos en el escenario la voz y los acordes de don Yupanqui. Procedían desde donde había nacido en Campo de la Cruz, cerca de Pergamino, surcando la planicie pampeana. Atahualpa en quechua significa “que viene de tierras lejanas para decir algo”. Y así lo hizo …La sangre tiene razones. Que hacen engordar las venas. Pena sobre pena y pena. Hacen que uno pegue el grito. La arena es un puñadito. Pero hay montañas de arena… Y siguió. Tal vez otro habrá rodao. Tanto como he rodao yo, Y le juro, creameló, que he visto tanta pobreza, que yo pensé con tristeza: Dios por aquí no pasó. [3] El poema se unió en un combate rebelde y pacífico a las otras voces reunidas en el escenario. Las guitarras y el piano siguieron sonando nostálgicas al unísono. Como ese grillo del campo que solitario cantaba..., así perdida en la noche también era un grillo, vidala y zamba…, así perdida en la noche se va mi zamba, palomitay... [4] 

    ¿Quiénes faltaban en este singular encuentro? Pues se acercaron la guitarra de Jorge Cafrune procedente de El Carmen, lugar de su nacimiento cerca de San Salvador de Jujuy, y la voz y la caja de Mercedes Sosa desde donde yacen sus cenizas en el Cerro San Javier, Tucumán. Más que cantantes, políticos de la tierra, se encontraron para evocar los sentires de la patria oprimida. Primero se escuchó la voz truncada en Benavidez que entonó, de nuevo estoy de vuelta después de larga ausencia, igual que la calandria que azota el vendaval. Y traigo mil canciones como leñita seca. Recuerdos de fogones que invitan a matea”. [5] 

    Pero tenía que ser la mujer quien lograra la fusión de todos en la noche de Cosquín. La cantora, como quería que la llamaran, porque decía que cantor es el que “debe” cantar. No el que “puede” hacerlo, que es el cantante. Así aclaró la voz de la Negra a las guitarras, el piano y la caja reunidos en medio del escenario. Evocaron algunas canciones que nunca habían cantado juntos. Se unieron para entonar unos versos rebeldes, como súplica por los niños y en contra de la violencia. Cambiamos ojos por cielo. Sus palabras tan dulces, tan claras. Cambiamos por truenos. Sacamos cuerpo, pusimos alas. Y ahora vemos una bicicleta alada que viaja. Por las esquinas del barrio, por calles. Por las paredes de baños y cárceles. ¡Bajen las armas! ¡Que aquí solo hay pibes comiendo! [6] 

    Los duendes y espíritus del folklore seguirán cantando juntos, eternos. Esa noche tocaron hasta el amanecer en Cosquín. Nadie los escuchó, pero sus voces, sus instrumentos y su música seguirán resonando en muchos hogares para evocar la tierra y las luchas nuestras. 


[1] Antiguos dueños de las flechas. Letra de Félix Luna. Música de Ariel Ramírez. 1972. 
[2] Tonada del viejo amor. Letra de Jaime Dávalos. Música de Eduardo Falú. 1962. 
[3] Coplas del payador perseguido. Letra y música de Atahualpa Yupanqui. 1965.
[4] Zamba del grillo. Letra y música de Atahualpa Yupanqui.1945.
[5] Mi luna cautiva. José Ignacio “Chango” Rodríguez. 
[6] Ángel de la bicicleta. Luis Gurevich. León Gieco. 2001.

© Diana Durán. 12 de noviembre de 2021.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

EL ALBAÑIL

  EL ALBAÑIL   El patio era nuestro sitio venerado. Allí se hacían reuniones con la familia y amigos. Disfrutábamos de los consabidos ma...