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LOS CUENTOS TERRITORIALES MÁS LEÍDOS DE 2023

 



Incluimos aquí los links a los Cuentos Territoriales más leídos de 2023. 

¡Nos volvemos a ver en febrero de 2024!


Be´eri. Imagen satelital

Un lugar llamado Be´eri

🇮🇱🇮🇱🇮🇱 Cuento para enseñar conflictos geopolíticos recientes.



El deshielo en Vétheuil. Claude Monet.

El pueblo que se volaba

🌎🌄 Cuentos para enseñar: el calentamiento global.


                                                Canchita de fútbol en Ramos Mejía. Street View

La madre, el hijo y el fútbol




                                                    Arroyito en la ruta nacional 22. Street View

El arduo camino a la democracia

Cuento para enseñar a cuarenta años del inicio de nuestra democracia contemporánea.



Nevado de Famatina

Una lucha a cielo abierto

Cuento para enseñar megaminería y conflictos sociales desde la mujer como protagonista.


UN LUGAR LLAMADO BE´ERI

 



Imágenes de Be´eri del Google Earth

Un lugar llamado Be´eri

Me llamo Débora y tengo doble nacionalidad. Elegimos con mi pareja, Levi, emigrar de la Argentina. La idea de cambiar de vida es nuestro máximo deseo. La situación en nuestro país no da para más en lo económico y lo político. No concordamos con las ideas reinantes y encontramos un techo muy bajo para mejorar la calidad de vida. Además, deseamos probar cómo es habitar en comunidad. Una existencia idílica en un kibutz, nuestra máxima aspiración. Leemos mucho sobre el tema del trabajo rural y comunitario y comentamos con amistades lo que implica.

Viajamos a Israel durante un lluvioso mayo de 2023, extraño para la aridez que domina las tierras hacia donde partimos. Levi y yo recibimos vivienda, salario y servicios previa tramitación en la “Agencia Judía para Israel. Esta es una sociedad igualitaria y cooperativa, qué más podemos pretender. Nuestro sueño por cumplir.

Be´eri se llama el kibutz elegido. Es un hogar colectivo de solo mil habitantes. Está enclavado en el desierto del Nejev que a pesar de la sequedad reinante se ha convertido en un auténtico vergel. Nos rodean plantaciones de girasol, flores y bosques. Lonjas verdes confinan la trama circular de casas con techos rojos rodeadas de jardines. También hay granjas lecheras que nos proveen. Una gran diversidad de actividades en el medio de la nada. Un edén en el páramo.

Desde que llegamos nuestra vida es bucólica. Nos levantamos muy temprano y luego de desayunar nos encaminamos a labrar la porción de tierra que nos toca. Almorzamos en comunidad y al atardecer volvemos a casa cansados pero felices. Conversamos, cenamos temprano, leemos y nos amamos más que nunca. El cambio nos sienta como pareja. En Buenos Aires no hay más expectativas, aquí renovamos la vida en común y tenemos un futuro.

Nuestro paraíso se encuentra a veinte minutos de la estrecha Franja de Gaza, pequeño país con sus cuarenta y un kilómetros de largo y seis a once de ancho. Es un territorio costero al Mediterráneo donde viven más de dos millones de habitantes. Un enjambre tan denso como Singapur o Hong Kong. La comparación con el pacífico solar donde residimos es contrastante. Sabemos que la franja es una zona violenta, pero nada hace prever hostilidades próximas.

Nos sentimos más seguros aquí que en el barrio de la Paternal donde vivíamos en la Capital. Allí los robos están a la orden del día. En cambio, aquí Israel controla tierra, cielo y mar. Un muro de hierro de sesenta y cinco kilómetros de altísima tecnología separa la franja de Gaza de nuestro país por adopción. Nos preguntamos por qué hay barreras si en otros lugares conviven musulmanes, judíos y cristianos. Tan cerca de Be´eri existen esas defensas turbadoras. También sabemos del odio contra la comunidad LGBT y de la falta de respeto por los derechos de las mujeres, pero estamos con Levi muy lejos de esas costumbres culturales abominables como cerca en lo territorial. Siempre lo conversamos y si bien la cuestión de los refugiados palestinos es compleja e injusta, no apoyamos la violencia existente en ese lugar.

Sabemos que Gaza y Cisjordania son territorios palestinos. Mientras en Cisjordania conviven distintos pueblos y religiones; la franja, en cambio, está regida por Hamás, un gobierno terrorista. No nos preocupa. Israel nos custodia y nos sentimos seguros.

Hoy nos levantamos más temprano que de costumbre. Nos despiertan ruidos ensordecedores. No sabemos de qué se trata, nos abrazamos aturdidos. Nos damos cuenta de que son bombas. Un ataque feroz y gritos desgarradores acompañan el terror que sentimos. Levi me dice, Débora, tenemos que huir. Le respondo dudosa, ¿qué está pasando? ¿será mejor escapar? ¿no será más prudente refugiarnos en la casa? Escuchamos hablar en un idioma desconocido.

Embisten en las cercanías cientos de proyectiles. Nos convertimos en escudos humanos. Han fallado todos los controles y las alarmas. Escuchamos más estruendos. No sabemos dónde guarecernos.

 Primero resistimos casi una hora en nuestro hogar, pero luego aterrados y con algunas vituallas corremos hacia un bosquecillo cercano donde nos quedamos todo el día esperando lo peor.

El asalto es masivo, vemos cómo secuestran a mujeres y niños. Otras personas mueren bajo las bombas y fusiles. Pasamos de la paz de nuestro kibutz a la tragedia y la desolación. Nos salvamos de milagro escondidos entre matorrales dentro del bosque.

Nos rescatan soldados israelíes. Nos dicen que van a defender la zona de kibutz donde florece el desierto, pero en realidad no hay control de la situación. Domina la confusión y el desmadre.  

Nos trasladan a una zona donde nos explican que se trata de un ataque sorpresivo a las torres de vigilancia y que el muro de la Franja de Gaza fue volado en varios puntos. Hay fallas de inteligencia. Caemos en cuenta de que Israel está en guerra.

Tenemos que tomar una decisión. Volver a la Argentina significa un largo trajinar por distintas ciudades y aeropuertos europeos. Decidimos que es lo mejor. Dejamos atrás repentinamente nuestro sueño de una vida idílica.

Be´eri se había convertido en una sombra desolada del kibutz que fue y nosotros en fantasmales exiliados intentando volver a la Argentina.

© Diana Durán, 24 de octubre de 2023


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