FRAGMENTOS DEL DIARIO DE MARCELA
3 de marzo de 1965
Hoy me peleé con Eduardo. Otra
vez. Él tiene once, yo doce. Soy la mayor, pero eso no sirve para nada. A él lo
felicitan. A mí me retan. Por cómo hablo, por cómo me río. Papá dice que soy
distraída. Mamá dice que soy caprichosa. Yo digo: soy Marcela; por lo bajo,
para que no me critiquen.
En la escuela le va bien. A mí no. No me gustan las cuentas, ni el dibujo, ni la educación
física. A mí me gusta escribir. Mi hermano confunde la be con la ve, la ce con
la ese, la hache aparece donde no va. La maestra lo corrige, pero mis papás no
le dicen nada.
Soy la más linda de la clase. Tengo
los ojos grandes y el pelo negro, re negro. Por eso tengo pocas amigas. Dos.
Son buenas. Así que no me quejo. Eduardo es flaquito y medio feo. Tiene ojos
celestes, pero chiquitos. Ni se le notan.
15 de abril
Vivimos en Necochea. Nos mudamos
desde Buenos Aires porque a papá lo cambiaron de sucursal en el banco. Ahora
estamos lejos de todo. La primavera y el verano acá son lindos. El invierno no.
El viento sopla muy fuerte. Vivimos frente al mar. La playa es enorme. El
Parque tiene árboles que parecen de cuento.
Acá hacen un Festival de Niños
justo el Día de Reyes. Yo ya no soy tan niña, pero igual me gusta. Vienen
teatros, títeres, magos, marionetas. Hasta carrozas. Es la única fiesta que
vale la pena. Todos están contentos. Yo también. A veces. Otras me ponen triste
los payasos y las marionetas.
Pero el invierno. El invierno es
horrible. Las olas golpean fuerte y el viento del mar da miedo. Me escondo
cuando hay tormenta. No me acostumbro. Lloro sin saber por qué.
22 de mayo
Extraño a la abuela. Ella sí me quiere.
Me enseña a coser botones, a hacer bizcochos, a decir palabras en genovés. Jugamos
a las visitas. Me dice “baxin” cuando me voy a dormir. Significa besito.
En casa nadie me dice baxin.
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7 de marzo
de 1966
Decido ponerles títulos a mis escritos
en el diario. El primero será: Delantal blanco, corazón arrugado.
Estamos de vuelta en Buenos
Aires. Hace poco. Me cambiaron de colegio. Ya no voy al San Patricio. Extraño
el jumper azul y a mis compañeras finas. Ahora voy a una escuela normal. No sé
por qué. Me hacen usar un delantal blanco horrible. Me queda grande. Me pica en
el cuello, le ponen mucho almidón. El uniforme me hace sentir invisible. Me
entristece. Creo que las chicas me miran como si yo fuera de otro planeta. Soy
la única nueva.
Mi felicidad es que aquí vive la
abuela y hacemos todo lo que nos gusta. A veces pienso que, si dijera fugassa,
nadie entendería. Pero yo sí. La abuela me lo dice cuando cocinamos juntas. Fugassa
bien dorada, como el sol de la tarde.
15 de
agosto
El chico que me gusta
Eduardo va a un colegio con
uniforme azul. Eso sí que está bien. Él se ríe de mí y de mis compañeras de
delantal blanco. A veces nos cruzamos con sus amigos. Uno me gusta. Es alto.
Tiene una cara hermosa. Me mira. Me sonríe. Yo me hago la que no lo veo. Pero
sí lo veo. Sé que algún día va a hablarme. Sé que pronto me va a decir de
acompañarme. No sé qué voy a hacer. Capaz me quedo muda. Capaz le digo baxin
y me escapo corriendo. Hasta ahora nunca me habló y eso me pone triste.
2 de noviembre
Otra vez el mar. Otra vez sin
saber
Hoy mis papás nos dijeron que
volvemos a Necochea. Otra vez. Voy a perder a la abuela y al chico que me
gusta. Hace mucho que no escribo. Pero ahora vuelvo a mi diario y pienso: el
mar de nuevo. Y yo, sin saber qué hacer con tanto adiós. Me había
acostumbrado, un poco, al colegio.
Mi diario está lleno de arrugas
por las lágrimas. Las hojas se ondulan como las olas. Escribo: no sé qué va
a ser de mí.
Volví al San Patricio. Mis dos
amigas no me hablan mucho. Estoy nuevamente triste. Solamente cuando escribo me
siento acompañada.
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15 de mayo
de 1967
El mar no responde
Traje mi diario para escribir
aquí. Me siento en la arena muy cerca de la orilla. El mar está gris. No hay
nadie. Sola con el viento que me despeina. Le hablo al mar como si fuera a él.
Como si el chico que me gusta pudiera escucharme desde acá. Le digo que lo
extraño. Que me acuerdo de su sonrisa. Que me acuerdo cómo me miraba. Pero el
mar no responde. ¿Me vas a contestar?,
le digo al mar. El mar no dice nada. Solo me moja los pies. Solo hace
ruido. Está bien, igual te entiendo. Como si no
me escuchara. Así me siento en el mundo, como si nadie supiera de mí, como si
fuera invisible.
Cierro el diario. Lo entierro en
la arena. No quiero que nadie lo lea. No quiero que nadie sepa que fui esta Marcela.
Me despido de la abuela. Así es mejor.
© Diana
Durán,11 de agosto de 2025