LA PELOTA SIEMPRE AL PIE

 


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LA PELOTA SIEMPRE AL PIE

De María Constanza Viarenghi

 

Cinco de la tarde en punto. Momento de guardar las hojas rayadas y la cartuchera en la mochila; levantar las migajas de aquella merienda nutritiva de chocolatada y dos tostados de jamón y queso. Luego, salir más rápido que las agujas del reloj con un destino fijo: el Parque Centenario.

 

Eran exactamente cuatrocientos veinte metros los que separaban a Martina y Rodrigo, su vecino y mejor amigo, de los árboles que simulaban, bajo su imaginación, ser el mejor arco de fútbol para un apasionante duelo barrial que podía durar hasta las siete u ocho de la noche, momento en el que Nora, hermana mayor de “Rodri”, se acercaba al parque a buscarlos porque ya era hora de volver a sus casas.

 

Tenían doce años y las mayores preocupaciones eran cumplir con las insufribles tareas de la profesora de plástica -no tenían ningún tipo de habilidad con las manualidades-; superar el análisis sintáctico de la profe Liliana; y armar los mejores equipos de fútbol para que Almagro le ganara a Caballito por goleada. Era el clásico barrial de los noventa que apasionaba a cada vecino que elegía el parque como opción para pasar la tarde.

 

Mientras el sol caía, se escuchaban comentarios de asombro como: “le pega con los dos pies”, “no erró ningún pase”, “sabe hasta cabecear”. Padres y niños se agarraban la cabeza confundidos por lo que estaban viendo. No era para menos. Martina era la primera niña del barrio que jugaba al fútbol, pero no sólo lo jugaba, sino que lo estudiaba, lo analizaba… Era su pasión.

 

Cada domingo escuchaba junto a Rodrigo el inconfundible relato de Víctor Hugo Morales en la radio que le prestaba su abuela. Anotaba en un cuaderno las formaciones, las amarillas y las infracciones que sucedían en cada partido.

 

En el recreo del Normal1, mientras sus compañeras jugaban al tutti frutti e intercambiaban figuritas de la Sirenita, Martina armaba con varias hojas de papel y cinta scotch la mejor pelota del mundo para jugar un partidito con los chicos de séptimo.

 

“La pelota siempre al pie”, le reclamaba a Guido que ponía todo su empeño en hacer un pase bien, pero no había caso. Cada página de la historia de Martina estaba asociada a un hito en el fútbol. Su finalización del primario con aquel campeonato del noventa y dos de Boca; el viaje de egresados a Bariloche con el último partido que Maradona jugó como profesional. Su título de Comunicadora con el fracaso del Mundial 2002 de la Argentina. El nacimiento de su hijo Gabriel con el gol maradoniano de Messi en el Barcelona.

 

Hoy, “La pelota siempre al pie” no es más aquel reclamo a Guido de que el pase sea correcto sino su primer programa periodístico que junto a Rodrigo conducen en un popular canal de cable.

 

La lucha por la igualdad es de pie, porque la pelota siempre tiene que ir al pie.


María Constanza Viarenghi,  21 de julio de 2025


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