LA REVANCHA CULINARIA DE DOS PUEBLOS

 







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LA REVANCHA CULINARIA DE DOS PUEBLOS

 

Eran dos pueblos lindantes en la llanura entre serranías pampeanas. Uno se llamaba Nueva Sevilla porque sus pobladores habían llegado en el siglo XIX desde las estrechas tierras del Guadalquivir y, si bien se afincaron en el vasto suelo argentino, no renegaban de sus ancestros y habían logrado implantar olivos, además del girasol típico de la zona. El otro se denominaba Torino, como la capital de la región piamontesa italiana. Poseía mayor tradición cerealera y, aunque a sus pobladores les gustaba cultivar la vid, no habían encontrado en la región pampeana condiciones que se igualaran a la llanura del Po.

Las poblaciones tenían no más de cinco mil habitantes cada una. Los andaluces y sus descendientes eran cálidos, alegres y hospitalarios; los piamonteses, conocidos por su carácter laborioso, reservado y perseverante; duros trabajadores.

Los poblados distaban a veinte kilómetros, poco para las distancias de la llanura, lo que los había llevado a una frecuente interacción social a pesar de los distintos orígenes. Muchas familias se relacionaron, fueron integrándose con el correr del tiempo y tuvieron influencia en las costumbres locales.

Una de ellas era el fanatismo por el fútbol. El “Inter Sport” era el equipo principal de Torino y el “Andalucía Fútbol Club” de la Nueva Sevilla. Además de los consabidos campeonatos locales, ambos equipos se enfrentaban al iniciar la primavera durante el Día del Inmigrante, el torneo regional que era la competencia del año. La costumbre local incluía la degustación de comidas propias de cada cultura y el trasiego incesante entre uno y otro lugar. En el caso de la Nueva Sevilla, cocinaban gazpacho[1], pescado frito, guiso de garbanzos y preparaban deliciosos fiambres. Los de Turín cocían bagna cauda[2], exquisitas pastas y el famoso vitel toné de origen piamontés.

Todo era alegría durante esa jornada a la que asistían los hinchas de los equipos y se sumaba gran parte de ambos pueblos. El evento alternaba un año en una localidad y al siguiente en la otra. Fútbol más feria convertían la tranquilidad habitual en una celebración de rivalidades deportivas y culinarias que eran muy esperadas y transcurrían de manera bulliciosa, pero pacífica.

Ese año le había tocado ganar al Inter de Torino en un partido que culminó con el festín consabido en la plaza central.

Durante la temporada siguiente los ánimos estaban bastante caídos. Las magras cosechas por las sequías habían predispuesto mal a las poblaciones de ambas localidades. Nueva Sevilla era el anfitrión. Si bien no había mucho dinero, se destinó lo necesario para concretar la fiesta.

El partido comenzaría a las diez de la mañana con la finalidad de que culminara a la hora del inicio de los festejos y del variado almuerzo en los stands de comidas tradicionales de los que participaban los dos pueblos.

A mitad del primer tiempo se armó la batahola. El centro delantero del Andalucía Fútbol Club en un ataque que iba camino al gol fue cruzado con violencia por un zaguero del Inter, por lo que el primero cayó tan mal que se fracturó el tobillo. La reacción de los sevillanos fue violenta y derivó en empujones e insultos entre ambos equipos. El público que estaba ansioso de que terminara el partido silbaba y vociferaba, pero el asunto no pasó a mayores. El Festival del Inmigrante pudo comenzar con cierta normalidad, aunque los ánimos quedaron caldeados.

Al año siguiente llegó la revancha futbolera. Todo iba bien hasta que el mismo defensor del Inter volvió a agredir, esta vez a un jugador central del Sevilla quien reaccionó a golpes de puño y todo el equipo se trenzó en una riña salvaje. El público local muy exaltado saltó los alambrados y respondió con golpes y patadas. El partido se suspendió, pero las disputas continuaron afuera del estadio.

El evento central empezó cuando los ánimos se sosegaron con los discursos de cortesía de los dos intendentes que anunciaron el fin de la sequía y la promesa de buenas cosechas. Sin embargo, apenas terminó la ceremonia sobrevino la revancha. Los sevillanos comenzaron a lanzar guiso de garbanzos y pescado frito contra los stands de los feriantes y visitantes piamonteses quienes, al mismo tiempo, arrojaban anchoas con verduras y vitel toné a todo descendiente andaluz que encontraban a su paso. No quedó local ni persona limpia. Todo terminó en una masa informe de diversos platos de comidas típicas que habían sido preparadas con afán por los cocineros de los dos pueblos.

Por años no se repitió el Festival del Inmigrante y cuentan que todavía las paredes de Torino muestran los resabios de aquella fiesta inolvidable.

 

 

 



[1] Plato típico como sopa fría cuyo ingrediente principal es el tomate.

[2] Salsa caliente en base de anchoas servidas con verduras.


© Diana Durán, 7 de abril de 2025

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