LA GRAN REGADERA. Un cuento para enseñar


Lluvia en Sierra de la Ventana. Por Héctor Correa.


LA GRAN REGADERA. Un cuento para enseñar 

    Imagínense una regadera gigante que ocupa parte de la primera capa de la atmósfera en cada lugar donde la lleva el viento. 

    En las zonas tropicales la regadera arroja lluvias muy abundantes y torrenciales que caen del cielo a las tierras y los mares. En el Sudeste Asiático son a la vez peligrosas porque producen inundaciones, pero también benéficas pues millones de habitantes comen arroz gracias a ellas. Durante el invierno parte a otras regiones dejando las tierras amarillas, sedientas y rajadas. Recarga las lluvias que quedan y viaja hacia los climas templados que son los más benignos. 

    Esta regadera no para de girar. Es raro. Lo hace en el sentido de las agujas del reloj en el hemisferio sur y en el sentido contrario a las agujas del reloj en el hemisferio norte. Dibuja unos rulos gigantescos que se desplazan en los mares calientes ocasionando ciclones solitarios o, lo que es peor, familias de ciclones muy violentos que azotan las costas del Caribe. La regadera es muy injusta porque deja una estela de mayor destrucción en los pueblos pobres que en los ricos. 

    A veces se le tapan sus agujeros. Entonces forma una lluvia finita pero constante que algunos llaman llovizna y otros, los tangueros, le dicen garúa. 

De allí surgió el dicho “que te garue finito”, que significa “que te sea leve”. La gente solía olvidarse de estas expresiones. La garúa fue tan famosa que hace tiempo Aníbal Troilo y Enrique Cadícamo le escribieron una canción que dice en una de sus estrofas: 

¡Qué noche llena de hastío y de frío! 
El viento trae un extraño lamento 
Parece un pozo de sombras la noche 
Y yo en las sombras camino muy lento 
Mientras tanto, la garúa 
Se acentúa con sus púas 
En mi corazón.

    Cuando los agujeros de la gran regadera se destapan pueden caer gotones que forman charcos. Los chicos se divierten saltándolos. A veces amasa unas bolitas de hielo o granizo destructor de autos y cultivos. Aunque también alegra las tardes de los niños encerrados por el mal tiempo. Cansada de viajar y viajar se va quedando sin lluvias y sedienta. Pero siempre tiene el recurso de ir al océano a recargarse. Puede también toparse con alguna montaña. Entonces la muy aventurera escala la ladera, se recarga lluvia cada vez más fría y forma nieve en los picos. Los helados glaciares se derriten en la primavera y alimentan a los ríos. Ellos riegan los oasis ricos de los pueblos agricultores. 

    Desde hace dos siglos la gente comenzó a derrochar. Comprar más autos, usar más energía, consumir más carne de vacas, radicar más industrias y, sobre todo, talar selvas y bosques. Las grandes ciudades que crecen como hongos sobre el campo lo consumen todo. ¿Escucharon hablar de los famosos “gases de efecto invernadero” y del calentamiento global? La gran regadera no podía atraparlos a todos justamente porque eran gases. De tan enojada comenzó a calentar el aire y a descargar lluvias donde antes no lo hacía. Los huracanes y tormentas fueron cada vez más destructivos. Hacía mucho calor y el hielo comenzó a derretirse en todas partes elevando los mares. 

    Con el tiempo los oasis empezarían a secarse. Los osos polares no tendrían como pescar porque los témpanos marinos se disolverían. Los bosques talados ya no darían sombra. Las costas se cubrirían de agua y muchas ciudades quedarían sumergidas por los océanos. La gente se tendría que ir a vivir lejos de las antiguas orillas. 

    Todo el mundo habla del calentamiento global y del aumento del nivel del mar. Los científicos claman por disminuir la influencia humana sobre la atmósfera en muchas reuniones mundiales. Los políticos parecen ignorarlos. En los colegios los chicos aprenden sobre el cambio climático y saben mucho más que los grandes sobre el tema. Muy pocos les hacen caso. Todavía no se sabe qué pasará con la fuente de todas las lluvias que nacen de una sola capa de aire global.

 

© Diana Durán

22 de octubre de 2021

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