FEMINISMO ADOLESCENTE

 



Carmen Rey Berrocal. Adolescencia



    Transcurría la década de los sesenta en la Argentina, un período de ebullición en el que comenzaban a gestarse ideales y utopías en su generación. Ellos vivían en otra dimensión. Oprimidos por la educación normalista, ella, y religiosa, él, no participaban de movimientos estudiantiles. Sus ideales no iban más allá de los típicos de la clase media argentina. Sus destinos yacían en ser profesionales y constituir una familia. Las dictaduras y democracias débiles de esos tiempos no los rozaban. Su sociedad era pacata y tradicional. Estaban muy lejos de conocer las rebeliones juveniles de Europa o Estados Unidos. 

    El verano del setenta fue decisivo en sus vidas. Él se fue a la estancia de los tíos en Catriló. Ella con sus padres a Mar del Plata. Se quedarían los tres meses del verano. Comenzó una intensa etapa de noviazgo epistolar. Cartas de amor iban y venían. En un principio eran tiernas y edulcoradas. Él le narraba sus cabalgatas, sus ganas de ir a vivir al campo y de alejarse un poco de los mandatos familiares. Deseaba vivir en el interior. Ella de a poco desvió el tono sentimental de sus cartas y le contó el argumento de “El Rehén” del Clan Stivel que la había atrapado. Nunca había concurrido a una función de teatro alternativo. En poco tiempo él se dio cuenta que el tenor de sus escritos era diferente. Había dejado atrás las novelas románticas para leer a Simone de Beauvoir. Le escribió que devoró el libro “El segundo sexo” que la hizo pensar que su destino de mujer debía ser otro. Subrayó en una de las cartas la frase, “en la humanidad la superioridad es acordada no al sexo que engendra, sino al que mata”. También le expresó fervientemente su rabia por la crianza machista que había recibido. 

    Cuando se reencontraron eran personas distintas. Ella le explicaba sus nuevos ideales y debatían sobre la situación de la mujer. Quería estudiar filosofía en la universidad estatal. Él le decía que era peligroso porque corrían tiempos políticos violentos. A veces lo increpaba. Él se sentía irritado por sus ideas feministas. No abandonaba sus firmes creencias religiosas, mientras ella seguía a Simone al pie de la letra y la dominaba la rebeldía. Una tarde ella le leyó con vehemencia algunos párrafos en los que se preguntaba por un mundo igualitario. En ese momento él se dio cuenta de que no sabía qué responderle. Los caminos se habían bifurcado.

© Diana Durán
20 de octubre de 2021

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