NOCHE HELADA

 


    Una nueva noche fría en el barrio. Alejandro Sola. Foto revista


Noche helada 

    Estoy esperando a alguien... Pronto. Urgente. Me siento mal. Una gota resbala por mi frente. Una, dos, tres... cinco gotas. Estoy transpirada y, a la vez, me recorre un gélido temblor. No quiero tener otro ataque. Me siento en el borde de un precipicio. Abajo, la nada misma. ¿Por qué tanto frío? Esa sensación de que me ahogo, de que me mareo. Me voy a desmayar, me siento morir. Me apoyo contra la pared de la esquina, justo en la cortada. De a poco me deslizo y quedo sentada. No me sale la voz, si no gritaría. Por aquí me conocen. Estoy a la vuelta de casa y nadie se percata, no aparecen. Claro, son las diez de la noche. A esta hora están todos de sobremesa o mirando la tele. Yo en cambio tuve la maldita idea de salir sin avisar. Sentía que me asfixiaba. No aguanté. Y ahora quién me ayuda. Sola de toda soledad. Apoyo mi cabeza entre las piernas. Repito, creo que me voy a morir. Estoy desamparada. Por favor, que aparezca alguien. ¡Ayuda! Quien sea. Cualquier persona, alguien. La espera es infinita. Estoy condenada. La noche cada vez más oscura. Ni el farol de la calle me alumbra. Nadie me vio pasar. Es invierno, quién va a cruzar.

    Escucho gritar. Es mi padre enojado, lo reconozco. Rocío, qué te pasa. Levantate. Otra vez te escapaste de noche. Te vas y no decís nada. ¡Qué miércoles te pasa! No te das cuenta de que así no vas a ninguna parte. Tu madre, harta. Nos tenés cansados. Todos pendientes. Siempre la misma historia.

    Así me habla. Yo que lo esperaba. Quiero que me abrace y me ayude a levantar. Quiero su abrigo, su apoyo, su consuelo. En la oscuridad no le puedo explicar, ni siquiera le veo la cara. Él es fuerte y mi muerte no lo acompaña. Es inútil el llanto, no hay respuesta. La noche es helada, pero no congela el dolor.

    Tal vez en la muerte esté la respuesta, no la encuentro en la vida, aunque sé que está, no me elige, no me busca, no es. 


© Diana Durán. 29 de setiembre de 2022



 

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