DELIRIOS

 

Generado con IA. 3 de mayo de 2024


DELIRIOS

Ensoñaciones únicas. Nubes blancas y grises de todas las formas imaginables, curvas, escamosas, como estratos o yunques. Interrumpidas por lenguas de suelos coloridos que se dibujaban en tierra. Un cielo que conocía de sus viajes, pero esta vez vio distinto.

Emergieron los rostros de seres que no veía hacía mucho tiempo. Fantasmales figuras de sus padres muertos aparecieron en los copos blancos. Ellos lo escrutaban fijamente con gestos de desaprobación y angustia. Los había traicionado.

Amistades pretéritas surgieron fugaces entre vapores color lila y desaparecieron súbitamente sin que las pudiera reconocer. Le reclamaban su presencia sobria.

Mascotas que alguna vez tuvo y otras que nunca poseyó surgieron de una porción de cielo límpido. Una se parecía a su gato siamés, pero de color rojo. Otras con aspecto de perros rabiosos se le abalanzaron casi tocándolo. Gritó hasta casi caer del asiento. Lo atacaron oscuras sombras con cabeza de conejo y cuerpo de pájaro, extraños bichos alados con pico corvo, bigotes azules y orejas cortas y puntudas. Lo aterraron, pero esta vez no emitió sonido. El cuerpo le temblaba frente a esas extrañas visiones. Gotas de transpiración fría cayeron por su frente ceñuda.

Su vuelo era real pero su mente lo confundía de manera atemporal. Estaba suspendido en un limbo y no recordaba nada de su vida cotidiana; había visto rostros conocidos pero los olvidaba al instante. A las figuras humanas y de animales siguieron los paisajes de lugares ignotos. Tierras resquebrajadas por sequías severas, rojizas y humeantes como si los incendios las hubieran diezmado hasta la devastación. Luego vio bosques raleados y sombríos como siluetas que extendían sus ramas culminando en manos delgadas y huesudas con nudillos extremadamente deformes.

En algún momento el avión comenzó a descender súbitamente y sintió que su presión subía y su garganta se cerraba. La boca reseca de miedo. Se iban a estrellar. No sucedió. No, no se había caído. Seguía sentado. Pidió con voz entrecortada un vaso de agua a la azafata y lo tomó con desesperación. Nada calmaba su angustia.

No pensaba con claridad desde hacía algunos meses y las visiones y sensaciones eran terribles. No podía asegurar lo que le pasaba a ciencia cierta, tal era su estado de confusión.

Lo único que deseaba era ir a un bar. Tomar, tomar y tomar hasta olvidar y caer rendido.

Cuando bajó del avión se dirigió a buscar la ansiada bebida. Sin embargo, lo estaban esperando. Entre dos enfermeros se lo llevaron. Él sabía dónde iba. En otras ocasiones ya había estado encerrado.

Diana Durán, 4 de mayo de 2024

 

 

 

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