EL ÁRBOL Y EL RÍO
El
árbol y el rio, compañeros de décadas incipientes.
A
veces combinan sus suaves curvas con follajes al viento y crecidas temporales.
Como
un concierto, como un secreto, con silbidos y caricias de las hojas contra el
inquieto curso dan marco al sereno escenario donde inclinado, ya el árbol
parece acostarse a observar lo que ocurre en la profundidad. ¿Serán los
pececillos o alevinos dando sus primeros nados? ¿Será una lata oxidada atrapada
entre dos piedras calcáreas?
Él
no es curvo por deforme ni enfermo. ÉL optó por recostarse y estar fresco, dar sombra a los juncos para que bailen
en la corriente.
Como es delgado y curvo no sirve para madera ni para
fuego, un seguro de supervivencia.
En él reposan aves, insectos y roedores que lo visitan
con frecuencia.
A veces se asombra cuando pasan flotando bajo su copa maderos
que enlentecen su ritmo en el pequeño remanso que produce una
roca río arriba. ¿De dónde vendrán y hacia dónde irán? Él no lo sabe. Solo lo
acaricia con sus hojas.
Teme
cuando sopla del oeste porque fuerza su cuerpo hacia el rio y podría vencer sus
raíces demasiado húmedas.
El
escenario bien podría ser una composición de un maestro de óleo, pero es asi
como lo dibujó el destino y el señor paisaje, la serena escena tuvo este epílogo.
¿Qué mejor sitio? sombra, cantatas acuosas,
brisas pasajeras y frescura.
Cuántos somnolientos enamorados,
adolescentes y pasajeros mamíferos recalan en el romántico sitio.
Armonía escénica que solo el supremo sabe
pintar.
Para aquellos que meditan es el lugar ideal,
oír y contemplar en silencio respirando pausadamente. El silencio místico que
se siente, pero no se escucha, es la suma de todo lo vivo e inerte que se
entrelazan en el cuadro.
Paz.
Profundidad.
En honor a la fotógrafa, en Sánscrito “वृक्षेन
नदीना
च
सह
ध्यायतु” Meditar con el agua y el árbol.
Para Albina y mi hermana Diana
© Santiago Durán
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