TERRITORIOS AUSENTES. NUEVO LIBRO DIANA DURAN

 



El nuevo libro de cuentos de Diana Durán, titulado "TERRITORIOS AUSENTES" con prólogo de Héctor Correa y los siguientes cuentos:

I. ITINERARIOS

Viaje tras la ventanilla del micro
De puro vagar
Mi lugar en el mundo
Crisis en la Gran Ciudad
Una carta sorpresiva
Tierra prometida
Despedida y retorno

II. AMBIENTES

El sur
La selva sin mal
Aventuras fraternales en tierras de Tucumán
Milagro en la fuente de las Cibeles
Finde semana en Villa Ventana
El nido
El riesgo de un castigo
Hallazgo serrano
Frente a los incendios
La resistencia y la memoria
Devastación en el entorno prehistórico
Reflejos de una catástrofe
Del bosque chaqueño: nuestra querencia


III. COSTUMBRES

Los motoqueros del barrio
Pasión futbolera
Revelación infantil
Ascenso en las Torres de las Catalinas
Tiempo de volver
Juicio a la Esperanza
Culpas de vestido largo

IV. TERRITORIOS INTERIORES

Interminable espera
En el jardín de siempre
Delirios
Rompecabezas
Amnesia y territorio
El piano abandonado
El albañil

Para obtenerlo comunicate por:

 2932-521423
Correo diana.a.duran@gmail.com

Facebook Diana Durán

Instagram: diana.duran19




POESÍAS DE ALUMNOS DE VICTORIA, ENTRE RÍOS

 


Los alumnos de tercer año de la Escuela Secundaria N° 6 de Contexto Rural de Rincón de Nogoyá, Victoria. Entre Ríos.

En el marco del trabajo con el cuento "El Riesgo de un Castigo" de Diana Durán, perteneciente a la colección Cuentos Territoriales, los estudiantes de 3er Año del Ciclo Básico de nuestra Escuela Secundaria N° 6 de Contexto Rural de Rincón de Nogoyá, Comuna del Departamento Victoria, Entre Ríos, han creado valiosas producciones que reflejan la emoción y la pérdida que sintió una familia durante una sequía.

A partir de sus experiencias personales y entrevistas realizadas en nuestra comunidad, que ha sido afectada por la bajante del Río Paraná y la situación hídrica y productiva de la zona, nuestros estudiantes han logrado plasmar en poemas y raps, la esencia de la historia y su conexión con la realidad que viven.

Con esta actividad, se buscó interpelar la realidad, tomar consciencia y destacar la importancia de preservar y velar por nuestros bienes comunales naturales, como el Río Paraná y el suelo que nos brindan vida y sustento. 

Prof. Nicolás Jara


Aquí los poemas y raps


RAP DEL ABUELO

Joaquín Pensotti

Mi familia fue bondadosa y por bondadosa fue hermosa

Dios quiera que en el futuro no le haga cualquier cosa

siempre vivimos del campo y aunque fue complicado siempre pudimos comer gracias a nuestro ganado.

Yo nací allá en Grecia desde chico planté vid luego vine pa’ Argentina supe lo que era vivir.

Ahora se me secó el campo yo no sabía qué hacer

se me murieron las vacas

ya no tengo pa’ comer.

 

Mi familia siempre fue buena se tuvieron que esfozar para buscar la comida en el campo trabajar mis dos nietos estudiaron a Córdoba se fueron

pa’ pagarles los estudios me costó bastantes ceros.

 

RAP

Emiliano Gaitán

El abuelo vino de Grecia.

Con la emigración

culpa de las guerras y su frustración.

 

Llegó a Entre Ríos

de fauna

llena de vida

de tierra fértil

donde todo era alegría

con esta paz y toda la armonía

pero todo esto un día cambiaría

porque se aproximaba

una gran sequía.

 

Todo era caos, emigraciones de animales y bomberos apagando

incendios forestales.

 

La familia perdería todo lo que habían logrado y para tener comida

malvendían sus ganados

hace tiempo no llovía

los campos se habían secado.

 

Después de un largo tiempo

la lluvia vino y para celebrar se juntaron con amigos

en chiste el abuelo dijo

sequía yo te maldigo

todos ya felices

porque creció el trigo

pero aprendieron

lo que es el riesgo de un castigo.

 

INFIERNO ENTRERRIANO

Bruno Cáceres

Que fea pérdida

sufría la familia

que el ganado perdía

culpa de la sequía

 

Don Rambo sufría

Por el campo sin vida

Testigo sería

Del castigo que venía.

 

Un incendio azotaría

A la provincia ya perdida

Por mucho que rezarían

La lluvia nunca llegaría.

 

Un infierno pasaría

Esa pobre provincia

Por culpa de los humanos

Por demasiado pasaría.

 

 

LA NATURALEZA

 

Micaela Graff

 

En el campo de mi familia

como un castigo del cielo

Llegó un día la sequía

Que, sin piedad, azotó.

 

El sol ardiente quemaba,

la tierra dejó sin vida.

Sin rastro de agua ni pasto

nuestro ganado sufría.

 

El incendio que siguió,

Fue una guerra declarada

Mi familia me guió

Para seguir en esta vida condenada.

Aprendimos una lección.

Cuidar la naturaleza, tener otra intención

Y cuidar esta belleza.

 

DOLOR

Agustina Albornoz

Increíble el dolor sembró

esta pérdida en mi corazón

Tal vez en otra vida

En esa vida no había sequía. Tal vez... "En otra vida"

Tal vez en otro universo

En este universo estábamos todos contentos

Tal vez... "En otro universo"

Tal vez en otra época

La inundación era mito

Y la sequía era leyenda

 

Tal vez... "En otra época"

 

En esta vida

Todo es tristeza y dolor Que esta sequía

Sembró en mi corazón

 

Agradezco profundamente este trabajo tanto del profesor Nicolás Jara como de sus alumnos.

Diana Durán, 10 de diciembre de 2024

CULPAS DE VESTIDO LARGO

 


Imagen generada por IA

Corría el año sesenta y ocho. Llegaban los festejos de quince de las mujeres y los bailes de egresados de los varones. Las fiestas de largo se sucedían una tras otra. En el Plaza Hotel, el Savoy o el Círculo Militar; en casas lujosas de Belgrano, pero también en salones austeros de confiterías de Monserrat o Villa del Parque. La mezcla social de la clase media porteña en los liceos así lo permitía. Las madres no daban abasto para terminar de coser o ir a las pruebas de las modistas para culminar los vestidos que lucirían sus hijas. A los cumpleaños de quince se les daba importancia como si fueran las ceremonias de presentación en sociedad durante los bailes de principiantes del siglo XVIII en Inglaterra que se hicieron populares hasta principios del XX. Eran otras épocas y, sin embargo, la historia se repetía más por el interés de los padres que por el de las propias jóvenes.

Durante mi primer baile, en el patio del colegio San José, lucí un vestido de raso turquesa que me había prestado una amiga, a cuyo escote mi madre le agregó una flor para ocultar mi somero busto. Bailé toda la noche sintiéndome una princesa. Todavía mamá no había encontrado la modista que más tarde confeccionaría mi vestuario. Pobre de mí cuando la halló. Yo me ocultaba hasta que ella lograba llevarme a la rastra al taller donde transcurría el tormento de medidas y alfileres. A mí no me interesaban la vestimenta ni los detalles. Solo quería bailar y divertirme. A veces mi padre me acompañaba hasta el lugar de la gala, otras tantas iba con mi hermano si se trataba de amistades comunes. Yo sufría sobremanera los vestidos de gasa, piqué o broderie de colores exasperadamente suaves, tonos celestes cielo, rosa bebé o amarillo patito que me convertían en una niña de seis años vestida de largo. Nada que dejara entrever mi incipiente cuerpo de mujer. No tenía la oportunidad de refunfuñar ni de cambiar el modelo porque en esa época las elecciones de las jóvenes eran mínimas. Al menos en mi caso.

Casi a fin de año me puse de novia con Marcelo, un chico dos años mayor que yo del colegio Marianista. Me habían gustado sus ojos claros y su cabello rubio rizado. Si bien no pertenecía a una familia de alcurnia como la que mis padres pretendían, el muchacho era confiable como para lograr el permiso y poder salir con él. Tenía buenos modales, era dulce y sobre todo fiel, algo raro para esa época, pues cambiábamos de novios como de zapatos, sin tristezas ni remordimientos. Recuerdo que camino a una de las tantas fiestas, tomó mi brazo y me acarició de una manera especial mirándome a los ojos. Casi muero de vergüenza por la sensación turbadora, pero a la vez placentera que me causó. Mis mejillas enrojecieron y entre la culpa y el encanto logré superar las circunstancias. Inocente de mí que solo había bailado con él un poco más juntos y había recibido algunos besos en los labios, no más que eso.

Los padres de mi novio le regalaron al egresar un viaje a Europa con sus compañeros de promoción. Yo estaba recién en tercer año del colegio. Así fue como hasta el día en que partió nuestra relación consistió en concurrir juntos a unos pocos eventos, algunas salidas a caminar por la avenida Santa Fe, cartitas cortas pero amorosas y largas charlas por teléfono, interrumpidas por la burla de mi hermano. Mi flamante pretendiente partió a Europa. Su viaje duró un mes y yo me fui dos de vacaciones con mi familia a San Juan y Mar del Plata. En consecuencia, no nos vimos por tres largos meses.

No lo extrañé mucho ese verano porque era tiempo de diversión, juegos y placeres adolescentes. Eso sí, nos escribíamos largas cartas, pero las guardábamos para el reencuentro ya que no las podíamos intercambiar ante los diversos lugares en que nos hallábamos.

Al regreso a Buenos Aires comencé a sentirme ilusionada con volver a ver a Marcelo. Había idealizado al joven amoroso al que me unía más la fantasía que la realidad. A principios de marzo acordamos la cita. Respondí que sí a su propuesta de venir a casa. Estaba feliz de la vida.

Llegó el día del reencuentro. Me vestí con un jean azul y una remera ajustada. Arreglé mis cabellos con un ondulado natural y el flequillo largo hacia un costado. Esa tarde bailé una y otra vez ante el espejo antes de su llegada al son de “Viento dile a la lluvia”, “Rock de la Mujer Perdida”[1], “Rasguña las Piedras” y “Aprende a ser”[2]. Para ese entonces mi madre no me dominaba en la elección de la vestimenta si se trataba de un encuentro informal. Me sentía atractiva y excitada.

Tocó el timbre a las cinco en punto y abrí la puerta. Me palpitaba el corazón. Allí estaba Marcelo parado con su sonrisa inconfundible. Apenas divisé en sus manos un paquete lleno de regalos porque tuve que mirar hacia abajo para descubrir sus hermosos ojos celestes. En el tiempo en que no nos vimos yo había crecido y le llevaba casi una cabeza a mi querido y dulce novio.

¡Qué desilusión y qué culpa! Una grandísima culpa por desenamorarme en menos de un minuto de aquel petiso que me miraba tierno como siempre, esperando el abrazo intenso que solo fue fugaz y el beso que duró lo que un lirio.

 



[1] Canciones de Los Gatos

[2] Canciones de Sui Generis

© Diana Durán, 9 de diciembre de 2024

FRENTE A LOS INCENDIOS

 


Cerro Currumahuida. Diario Jornada. Chubut

FRENTE A LOS INCENDIOS

Lucio y Marie se habían recibido hacía un año de especialistas en gestión ambiental. Durante la carrera habían tenido una experiencia de campo sobre de los incendios del Delta del Paraná que en el año 2020 afectaron más de setecientas mil hectáreas de bosques y pastizales, además de los humedales y ríos. Las poblaciones isleñas, además de las pérdidas económicas, sufrieron por el humo y las cenizas.

Luego de esa práctica decidieron unirse al equipo “Rescate Ambiental” formado por especialistas en distintas disciplinas que se ocupaban de riesgos como sequías, inundaciones, terremotos e incendios.

Durante enero de 2021 fueron enviados a la Patagonia para actuar en los siniestros que se habían desatado en los bosques andinos. Se trataba de uno de los desastres forestales más grandes y devastadores de El Bolsón, Río Negro, que afectó aproximadamente a diez mil hectáreas de arboleda patagónica. El fuego comenzó en las inmediaciones de la ciudad y se propagó rápidamente debido a las altas temperaturas y la baja humedad. Causó una gran pérdida de vegetación nativa y generó una densa capa de humo que impactó en la calidad del aire regional. Se tuvieron que evacuar personas de las áreas más cercanas. Los jóvenes llegaron muy tarde como para intervenir en esa oportunidad y regresaron a Buenos Aires frustrados por no poder participar durante el evento.

Por largo tiempo se dedicaron, como integrantes del grupo de Comunicación y Educación, a desarrollar campañas de toma de conciencia ambiental y a elaborar materiales sobre el uso responsable del fuego y la importancia de no arrojar colillas en las zonas boscosas. También planearon simulacros para preparar a los afectados de las distintas comunidades.

Durante su tercera experiencia en riesgos, Lucio y Marie, fueron destinados nuevamente a la comarca andina. Esta vez el fuego se había iniciado en el Cerro Currumahuida, una elevación de la cordillera de los Andes perteneciente al Sistema Federal de Áreas Protegidas, que resguarda el bosque andino patagónico muy cerca de la localidad de El Hoyo. Cuando llegaron al pueblo el panorama era desolador para los jóvenes porteños acostumbrados a tareas más bien académicas o burocráticas. Vieron como sesenta personas eran evacuadas a una escuela debido a la proximidad del foco ígneo. Sintieron ansiedad, miedo, tristeza y pérdida, pero también la necesidad de actuar.

También experimentaron una disyuntiva cuando algunos pobladores de la localidad les entregaron el panfleto de la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) que decía: “Liberación y reconstrucción nacional mapuche. Este es un aviso a la población de toda la Comarca Andina: no pararemos hasta que la Patagonia arda y recuperemos nuestro territorio. Esto es tierra sagrada del RAM. Invasores no tienen permitido habitar en tierras ancestrales”.  La Comunidad Mapuche de Cushamen era una de las más grandes y reconocidas del Chubut, poseedora de un territorio de mil doscientas hectáreas. Creer o no creer en las acusaciones constituía un gran problema ético para ellos, pero peor sería no poder cumplir con la obligación de enfrentar la cuestión principal.

Lucio y Marie eran ambientalistas, pero no querían inmiscuirse en el tema de los pueblos originarios, sino que tenían como objetivo desarrollar campañas de concientización sobre los incendios. La tarea les parecía extravagante frente a la catástrofe y las implicancias políticas y culturales que se mezclaban. Ellos sabían poco de los temas antropológicos o culturales y dudaban de que pudieran hacer algo razonable sobre ese asunto.

Los jóvenes no solo debían inspeccionar, sino también proponer mejoras en los sistemas de alerta y medidas para prevenir las respuestas futuras y mitigar posibles daños. Al advertir la situación de vulnerabilidad de la población se dieron cuenta que estaban en pleno contexto del desastre que se había originado en una línea eléctrica al tocar un bosque de pinos y desde allí el fuego se había propagado rápidamente debido a las altas temperaturas y fuertes vientos. La más afectada había sido la localidad del Hoyo a pocos kilómetros del cerro.

Lucio le dijo a Marie que debían conversar profundamente sobre el tema. Se plantearon el alcance de su actividad. ¿Te parece que estemos pensando en mapas de riesgo? le preguntó a Marie. Ella lo miró fijo y reflexionó: creo que en este momento hay otras prioridades. Fue entonces cuando decidieron unirse a los brigadistas que luchaban contra el fuego con quienes experimentaron el calor intenso de las llamas, la sudoración por el esfuerzo y el estrés de que se avivara, pero también la esperanza cuando se lograba controlar algún foco. Ya habría tiempo de tratar con antropólogos avezados los argumentos del Movimiento Mapuche Autónomo de Puel Mapu o de iniciar con escuelas y comunidades locales campañas de concientización. Ahora urgía la catástrofe.

Poco tiempo después se enteraron de que los panfletos eran viejos y no se habían hallado en el lugar del foco del incendio. Esta vez se sintieron conmovidos por su decisión de actuar y al tiempo se radicaron en El Bolsón y fundaron en el lugar una organización no gubernamental de intensa labor frente a los riesgos ambientales locales.

 

© Diana Durán, 2 de diciembre de 2024

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