EL BASTÓN FAMOSO




EL BASTÓN FAMOSO 

    Durante muchos años fui un bastón de caña finita, como un junco por mi delgadez y aspecto ligero. Era un elemento común utilizado por las personas para ayudarlos a caminar o para completar su ropaje. Lo cierto es que no me gustaba ser un desconocido. Tanto rogué al “hada de los bastones” que un día me otorgó la capacidad de viajar en tiempo y espacio, y de transformar mi aspecto. Así fue como viví muchas aventuras. 

    Acompañé al más famoso personaje de Chaplin en la época del cine mudo. Se llamaba Charlot y era un vagabundo bondadoso e inocente que siempre lograba escapar de la policía y enamorar a bellas damas por su gracia. Charlot me adoptó como su bastón. Así fue como giré ágilmente entre sus dedos mientras él levantaba su sombrero bombín y caminaba con sus zapatones rotos y los pies hacia afuera. Logró ser tan famoso que la reina de Inglaterra lo nombró caballero. 

    También me empleó Hércules Poirot, el célebre detective creado por Agatha Christie. Era un hombre pequeño y gordito con la cabeza en forma de huevo y asombroso bigote. A pesar de su aspecto raro, este señor muy inteligente explicaba que había que “utilizar las células grises” -del cerebro-, con el fin de atrapar a los asesinos y ladrones. Para escoltarlo me transformé en un bastón muy distinguido con un cabezal brillante de metal plateado. Juntos resolvimos muchos casos en el río Nilo, en los campos de golf y en el tren Oriente Express. 

  Uno de los papeles que más me gustó en mi carrera fue acompañar a Bert cantando “Supercalifragilisticoespialidoso” junto a la niñera mágica, Mary Poppins. Él era un artista callejero que bailaba conmigo una especie de charleston junto a la nodriza y su paraguas. Me alegré mucho de que los niños que cuidaba olvidaran por un rato la severidad de su padre y fueran felices en medio de la divertida orquesta de dibujos animados.

    La pequeña Heidi y su mejor amigo, el pastor Peter, vivían en los Alpes de Suiza con sus abuelos y dormían en camas de heno. Ellos se divertían mucho con las cabras traviesas y saltarinas en los prados de hierbas y bosques de abetos perfumados. Allí me transformé en un fuerte palo para ayudarlos a arrearlas en busca de pastos tiernos durante el verano. Una gran escritora se hizo famosa con el libro sobre Heidi en el que aparezco en muchos de los dibujos. 

    Cansado de vagar por las distintas épocas de películas y novelas practiqué mi habilidad de ir a cualquier lugar. Llegué a subir a las alturas del Himalaya para salvar a un expedicionario extraviado y bajé a una fosa oceánica para rescatar a un submarino a punto de naufragar. Llegué a atravesar una selva para socorrer a un viajero perdido entre enredaderas y lianas, indicándole el camino de vuelta con la brújula que mágicamente apareció en mi empuñadura. Pude sostener justo a tiempo con mi cabezal a personas imprudentes que estaban a punto de caerse al borde de un acantilado marino, de una escalera empinada o al fondo de un pozo en casas de los suburbios. 

    Con el tiempo, aprendí a estirarme y retraerme como si fuera de material elástico y comencé a hacer otras hazañas como meterme debajo de las puertas cuando algún padre irritado quería pegarle a un niño. Entonces le hacía una zancadilla que le impedía soltar su ira. Cuando un ladrón pretendía robar una casa me introducía a través de la mirilla de la puerta, sacándolo de un salto a palazos limpios con mi propio cuerpo. 

    Algunas personas multimillonarias se enteraron de mi existencia y me quisieron comprar. Siempre pude desaparecer de las subastas justo en el instante en que me estaban por entregar al mejor postor. Preferí seguir vagando, haciendo felices a los niños y salvando a las personas en peligro o apoyando a actores y personajes famosos en cualquier tiempo y lugar.

© Diana Durán
7 de octubre de 2021

2 comentarios:

  1. En los cuentos que pude leer, pude advertir: una notable y destacable, originalidad; creatividad e inventiva. Qué bueno que no se canse nunca de descubrir. Demás está expresar, que la impronta geográfica se halla siempre presente como signo de indiscutible identificación.

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    1. ¡Muchas gracias! Empecé hace poco en el campo de la ficción. Muchas gracias por leerme.

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