Foto: Street View
Recuerdos de la Plaza de los Dos Congresos
La Plaza de los Dos Congresos. Urbana, extensa,
arbolada y monumental. Km 0 del país, en realidad son tres plazas en una. La
más significativa es la que está frente al edificio legislativo construida en
honor a la Asamblea del año XIII y al Congreso de Tucumán.
El primer recuerdo que acude a mi mente es de mi
infancia. Apenas tenía siete u ocho años cuando compraba a las vendedoras de
maíz, estratégicamente ubicadas en bancos de cemento, aquellos cucuruchos rebosantes
de semillas para atraer a las palomas. A veces, no me alcanzaban las monedas para comprarlos,
entonces me regalaban un puñado de granos que cabían en mis manitos esperanzadas. Una
gran satisfacción la de lograr que las aves las picaran al acercarse con
disimulo a mi cuerpo inmóvil como el de una estatua. A veces no les daba de comer,
sino que las corría divertida y ellas levantaban vuelo en un instante sin que
las pudiera alcanzar. Siempre volvían a posarse en los mismos canteros. Era muy
graciosas. También me llamaba la atención cuando alguna más grande (a quien
había bautizado “palomón”) perseguía tenazmente a la elegida, más pequeña y
grácil.
Evoco cruzar ese espacio histórico de noche y con
mucha zozobra junto a mi padre para enterarnos qué sucedía en la Plaza de Mayo.
Corría el año 1976 y parecía que iba a ocurrir un golpe de Estado a un gobierno
democrático, el de Isabel Perón. A la mañana siguiente una junta militar asumió
el poder dando paso a la dictadura más cruenta de la historia argentina.
Cuando fui madre por primera vez, en 1977, también paseé
muchas veces por la plaza y lo que más recuerdo fue el orgullo sublime de recorrerla
con mi beba, que tomaba sol en su cochecito azul bien arropada y volvía a casa pintada
por unas pizcas de hollín en su tersa carita. Como madre enseguida la bañaba
para despojarla de cualquier resto de posible contaminación.
A los veinte años, en 1981, desde lo alto de un
edificio en el que trabajaba situado en la esquina de la Plaza ví pasar el
cortejo fúnebre de un político, Ricardo Balbín. Lo viví como un hecho
histórico. Recordé sus discursos elocuentes intentando la reconciliación entre
fuerzas antagónicas, peronistas y radicales. Selectiva mi memoria en la que
afloran determinados hechos y otros se olvidan…
Caminé infinitas veces por la Plaza de los Dos
Congresos de ida y vuelta desde el colegio y la universidad a mi casa en el barrio
de Monserrat. Siempre estuvo allí como un hito persistente de mi adolescencia y
juventud.
También la recorrí de paso hacia la Plaza de Mayo en
circunstancias en que Alfonsín pronunció la famosa frase “la casa está en
orden” frente a un levantamiento carapintada. Recuerdo las corridas de las
juventudes peronista y radical que competían por ocupar mayores espacios.
En 2001 la plaza quedó devastada por saqueos y
desmanes y, viviendo en las cercanías, vi circular motoqueros que hacían un
ruido atronador, además del tremendo estallido social que se produjo el 20 de
diciembre. Impactaron esos hechos fuertemente en mi historia personal: pérdida
del trabajo y la degradación de quien siempre lo había atesorado.
No he vuelto muchas veces más. El destino me llevó lejos
de la Capital. Solo la he visto por televisión en días aciagos de nuestra
historia reciente. No me gusta contemplarla como un campo de batalla. Es la
Plaza de los Dos Congresos, única y significativa. En distintas circunstancias, continente de muchos hechos de mi vida.
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