La llanura. Foto: Héctor O. Correa
La llanura en los sentimientos
He recorrido todas las sendas, he buscado sin
cesar, en el cielo y la tierra un refugio, mi lugar. Entre peñascos olvidados,
bajo achaparradas encinas, entre caminos truncados y pequeñas colinas. Un lugar
donde encontrarte, un lugar donde vivir.
Lo descubrí en la llanura
que se extiende interminable hasta un horizonte lineal y perfecto. Ese surco
absoluto que amansa mis sentidos. He admirado siempre la inmensidad del llano,
observándolo en detalle, desde su interior profundo. Recorriéndolo paso a paso,
entre gramíneas y pastizales. Me ha sorprendido la fauna escondida que con mis
ojos adiestrados aprendí a descubrir. Una martineta elegante, una liebre
asustadiza corriendo inalcanzable, las bellas aves que se dejan ver entre las
mieses y otean hambrientas y vigilantes desde los alambrados a sus pequeñas
presas.
Amo esas planicies que
algunos tildan de monótonas, pero que para mí fueron objeto de estudio y
también de disfrute y trasiego. Reconocer las cubetas excavadas por el viento y
luego colmadas por las lluvias para formar lagunas. Ellas tienen un reborde más
alto al este adonde se acumularon las lomas y el hombre sembró arboledas.
Me he internado en la
llanura y he sentido la energía de las ventiscas arrachadas en su amplia
heredad. He admirado esos días en que el cielo se impone celeste, límpido y
todo lo ilumina. Otros, en cambio, he contemplado los frentes que se encuentran
en bravías tormentas.
La pampa anima a seguir vagando
por senderos interminables. A transitar itinerarios terrosos sin rumbo fijo. Sin
duda, ha sido la disparadora de mi pasión por andar, a todas partes y a ningún
lugar.
Allí fue donde te encontré,
hombre de la llanura, de la planicie surera. Allí pasó que sin saber lo que iba
a suceder, sin pensar en que nos íbamos a descubrir, aconteció. Desde entonces
te amé por siempre.
© Diana Durán, 5 de junio de 2023
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