UN EXTRAÑO VIAJE AL VIEJO MUNDO

 



La Conciergerie. París. Street View



UN EXTRAÑO VIAJE AL VIEJO MUNDO

 

Estudio mucho, demasiado. La materia es “Turismo de Europa”. Menuda cantidad de datos tengo que memorizar: países, capitales, paisajes, ciudades y luego, regiones, transportes, hotelería, itinerarios y atractivos turísticos.

El esfuerzo es supremo, pero “sarna con gusto no pica”, como dice mi abuela Antonieta, mientras me ofrece unas deliciosas croquetas de arroz que yo como con voracidad inusitada; un poco por hambre y otro por la ansiedad ante el examen que se avecina.

Es principios de febrero y la evaluación será los primeros días de marzo. Tengo intenciones de prepararla durante lo que queda del mes. Ya están aprobados el resto de los finales en diciembre y solo resta la asignatura que más me gusta para terminar tercer año. Luego, un año para obtener el título de Guía de Turismo.

Sueño con ser profesional de alguna agencia reconocida y proponer recorridos atrayentes y novedosos a la clientela. Imagino lo que significaría la posibilidad de viajar a los destinos más fascinantes del viejo continente.

El último trabajo consistió en el diseño de un recorrido por países europeos. Según mis propios anhelos proyecté con gran detalle a través de España, Francia y el Reino Unido. Todo va “en coche”, como comenta la abuela que me ahora atiborra de masitas con formas de eses y trenzas.

Son las doce y media de la noche y aunque estoy bastante cansada, puedo seguir un poco más. El examen se iniciará con la exposición de la monografía turística. Decido practicarla ante el gran espejo dorado de la habitación de huéspedes que en realidad es mi habitación en la casa de los abuelos. Yo soy la única que la uso. La abuela se va a dormir.

Comienzo el relato en voz alta con seguridad, lo sé de memoria. Explico a modo de simulación el arribo del grupo de diez turistas de la tercera edad al aeropuerto de Barajas, a doce kilómetros de Madrid; el transporte en minivans al hotel Cortezo, en las cercanías de la estación de Atocha, para luego de tres días de estadía, hacer las excursiones en tren de alta velocidad a Barcelona y Sevilla. Continúo con entusiasmo la narración de la visita al Paseo del Prado y el Museo homónimo que nos llevaría toda la mañana. La caminata posterior al almuerzo consistiría en un paseo de compras por la Gran Vía en el centro de Madrid.

Me siento confundida sobre el itinerario que yo misma diseñé. Súbitamente comienzo a vivenciarlo el relato. Ya no estoy en Madrid sino en Barcelona. A pesar de haber bajado en Barajas, el paisaje me remite a lo que estudié sobre la Rambla, la Pedrera de Gaudí, el Barrio Gótico y la Basílica de la Sagrada Familia. Advierto que la delegación denota nerviosismo pues no entienden por qué yo les relato los atractivos madrileños si, según ellos, estamos en Cataluña. Entonces, se dirigen a mí con ofuscación y me dicen. Señorita, señorita esto no es lo estipulado, nos hemos salteado una ciudad, estamos en Barcelona y usted se está refiriendo a Madrid, que pasamos de largo. No puede engañarnos así. Me refriego los ojos y trato de serenarme, pero continúo la explicación de las obras de Velázquez, el Greco, Goya y Tiziano. Incluso me detengo con detalle sobre la muestra de los bocetos en tinta negra y papel rugoso de Rubens del Museo del Prado.

A través de los resplandores borrosos del espejo de mi habitación puedo ver a los turistas cada vez más alterados. Usted es la guía, no puede confundirnos con lo que contemplamos, ni más ni menos los genios clásicos del Museo del Louvre consagrado a la arqueología y las artes decorativas anteriores al impresionismo, me increpa un señor que parece muy culto y refinado. El contingente está muy molesto con el calor de París, inusual para el mes de febrero. Caminan lento convencidos de que nos acercamos a la aglomeración de visitantes que se apretujan para admirar la célebre Gioconda de Leonardo Da Vinci. Cada vez más confusa, solo deseo que la abuela Antonieta me salve de la situación con alguna de sus frases consabidas, "ay, querida, no te hagas malasangre, todo pasa".

Trato de volver en mí con un esfuerzo sobrehumano para recuperar el raciocinio, pero no lo logro. De golpe y porrazo ya no estamos en el Louvre, sino que nos habíamos trasladado a los Campos Elíseos, mientras yo explico que son el símbolo de la capital francesa, una de las avenidas más famosas del mundo y que nuestro destino es el Arco de Triunfo y la Tour Eiffel. Mientras comento el carácter lujoso de la avenida reparo con gran sorpresa que se aproxima un impresionante desfile militar. Es el del 14 de julio y que, en medio de los fuegos artificiales y de la muchedumbre, se aleja mi grupo de turistas. Queda solo la pareja más añosa quién decide abandonarme, con la excusa de que el resto ya me descartó como guía de turismo. Todo es una locura porque el hombre mayor me advierte que el contingente está de camino al London Bridge sobre el Támesis y que ya ha visitado la Torre de Londres y el complejo de edificios rodeados de muros defensivos y un notable foso.

Todos desaparecen, también el desfile y la muchedumbre. Comienzo a sudar y tener escalofríos. Quedo sola y aterrada en medio de París, cerca de la Conciergerie en la Isla de la Cité. Estoy encerrada en una prisión. Es la época de María Antonieta. Me encuentro en la antecámara de mi propia muerte.

 

© Diana Durán, 29 de marzo de 2025

    

 

 

LA TRAMPA MENOS PENSADA

 


Imagen generada por IA

La trampa menos pensada

 

Leandro no había tenido ambiciones políticas de ninguna índole. Sí, era una persona comprometida con lo social. Su trayectoria profesional había estado ligada a lo académico en el ámbito universitario y, en lo profesional, a cargo del equipo de cirugía del hospital local. A pesar de ser médico llevaba una vida relativamente tranquila con su esposa, Silvina, y tres hijos. Hacía deportes, tenía amigos y era muy querido por la comunidad de la localidad pampeana donde vivía. Era un hombre satisfecho.

Un día lo llamó la secretaria del intendente, no lo conocía en persona; lo requería para una entrevista. Pensó que se trataría de alguna cuestión hospitalaria: la selección de un equipo para la sala quirúrgica, o las alternativas para encarar el eterno problema de la escasez de médicos de guardia. La auxiliar no le anticipó nada. Llegó a la intendencia bastante inquieto, no percibía por qué. Tal vez por la incertidumbre, no sabía en qué consistiría el tema convocante. Se anunció en la secretaría donde lo hicieron pasar de inmediato al despacho. Quedó parado a la espera. Desde la puerta la secretaria lo anunció y acompañó al intendente, señor Atilio Marchetti, quién entró sonriente y lo saludó. Buenos días, Sebastián, cómo estás, le dijo de manera familiar y lo hizo sentar en un sillón de cuero reluciente, ofreciéndole de inmediato un café. Comenzó a hablar con solemnidad, pero en un tono cordial. El médico se sorprendió cuando se refirió a su trayectoria pues la conocía al dedillo. También hizo un gran alegato sobre la importancia que tenía la salud para su gestión. Sebastián advirtió que conocía los problemas acuciantes, pero no podía definir para qué lo había llamado, pues el funcionario no daba señales de plantearle cuestión alguna. Al cabo de quince minutos de exposición y otros cinco de reiterar halagos sobre su recorrido profesional, lo invitó formalmente y con grandilocuencia a participar en las elecciones de medio término que se desarrollarían en el municipio y la provincia en octubre de ese año. Su postulación consistiría en ser candidato a primer concejal por el partido oficialista. El médico quedó azorado por semejante ofrecimiento. Luego de un amable intercambio Sebastián le dijo que lo iba a pensar y consultar con su esposa, y le contestaría. Partió turbado por tanto elogio y por una propuesta que jamás habría considerado. No tenía la menor idea de lo que significaría incursionar en política. Su vida se había desplegado en los claustros de la universidad y en el hospital. Leía los diarios y se interesaba por la actualidad, pero no por eso conocía el mundo de la política, ni mucho menos. Solo en charlas de café con sus amigos o con su mujer intercambiaba algunos comentarios sobre ese campo.

A pesar de que no tenía la mínima avidez de poder, Sebastián decidió aceptar la propuesta del intendente impulsado especialmente por Silvina, quien lo convenció insistente como era de costumbre. Fue así como tuvo que participar en toda la campaña junto a los otros candidatos. Por su posición destacada en la lista concurrió a numerosas entrevistas televisivas y radiales, realizó visitas agotadoras a vecinos y se expuso en muchos ámbitos sociales, algunos conocidos como clubes, sociedades de fomento, iglesias. Vio su cara en anuncios publicitarios, en la larguísima boleta de votación y hasta en la parte trasera de los colectivos locales. Sintió vergüenza. Había sido “coucheado” a principios de la campaña por unos ignotos jovenzuelos que lo atiborraron de comentarios sobre la comunicación, el discurso al que debía ceñirse y la estrategia del partido. Conocía poco y nada a sus compañeros de lista, aunque algunos habían sido esporádicamente sus pacientes. Así se enfrentó a ese desconocido mundo para enfrentarlo con el bagaje de su historia personal y profesional.

         En octubre su lista salió triunfante y en diciembre juró solemnemente como primer concejal en el recinto del Honorable Concejo Deliberante, ante la mirada orgullosa de Silvina. Se sintió satisfecho y expectante.

Cuando se enfrentó al trabajo legislativo se dio cuenta de que no tenía la menor idea de dónde se había metido. Antes de cada sesión, el secretario del intendente llamaba a los concejales y les indicaba precisamente lo que tenían que hacer con cada expediente. Aprobarlo cuando era conveniente para “el jefe”, como llamaba a Marchetti; rechazarlo a viva voz si se trataba de algún reclamo; o abstenerse en el caso de que la votación no comprometiera a la gestión.

Al cabo de dos meses de los cuatro años de su mandato, Sebastián cayó en cuenta de que era un mero títere del gobierno de turno. Veía al intendente que tanto lo había halagado solo en alguna fecha patria o inauguración de una obra. Hasta a la más insignificante tenía que concurrir, se tratara de un bacheo, una destartalada oficina recuperada, o el principio de una obra que nunca se concretaría. En definitiva, se dio cuenta de que su nombramiento había sido una verdadera estafa, puro engaño para usarlo en beneficio de obtener más votos al utilizar su buen nombre y honor.

Nunca lo consultaron sobre los equipos que faltaban en el hospital o sobre la carencia de médicos. Bien podía haber hecho alguna ordenanza para el mejor funcionamiento o un pedido de informes a la provincia para requerir el incremento del número de profesionales para el hospital. En las larguísimas reuniones de comisión y en las sesiones tenía una especie de libreto que seguir porque presidía el bloque. Se sentía un títere defendiendo temas que desconocía.

Cuando llegó el momento de presentar el presupuesto se dio cuenta de los graves errores y “rarezas” que había en el expediente en el área de salud. Quiso rectificarlos, pero se lo impidieron. Empezó a sentir la inutilidad de su función y decidió renunciar al cargo, no sin antes pelear con su mujer de la que se había alejado en medio de la vorágine de su labor. Las consecuencias se volvieron en su contra. Recibió amenazas de todo orden y Marchetti lo llamó por segunda vez desde que lo había conocido personalmente para increparlo por las derivaciones que su salida podía provocar.

Sebastián no declinó su determinación, renunció y luego de unos días de descanso, volvió a su querido hospital. Cuando ingresó al consultorio descubrió sobre su escritorio un telegrama de despido del hospital municipal firmado por el Sr. Atilio Marchetti. Así terminó su corta carrera política y se encontró volviendo al llano, como se suele decir, al consultorio en la casa paterna, pues la separación de Silvina sobrevino repentina como su fugaz incursión en la política.


© Diana Durán, 24 de marzo de 2025


LAS AGUAS BAJARON TURBIAS

 


Fotografía. Laureano Correa

Las aguas bajaron turbias

Fue la peor catástrofe del siglo en la región. Una tormenta copiosa seguida de inundación en una ciudad cercada por límites físicos de todo orden: terraplenes, caminos, canales, alcantarillas en mal estado, entre otros obstáculos. Todo confluyó para que “las aguas bajaran turbias” (1), literal la metáfora, hacia los sitios contiguos al mar. Tampoco se salvaron el centro ni los barrios de clase media. Las imágenes eran dramáticas y penosas. Los más jóvenes con el agua arriba de la cintura intentaban circular para rescatar sus cosas y ayudar a sus familiares. Los ancianos y los niños se refugiaban en los pisos altos, desvanes y hasta en los techos. Inútil salvar algo que estuviera en subsuelos o plantas bajas. Los que pudieron preservaron sus vidas. Otros, lamentablemente, no lo lograron. La televisión mostraba imágenes desgarradoras de las pérdidas y los salvatajes. Los autos navegaban llevados por las corrientes hasta estrellarse contra obstáculos urbanos y otros se apilaban como cajas de cartón arrastrados por torrentes feroces. Los árboles se doblegaban por la fuerza del agua y todo tipo de materiales como masas informes era impulsado por la corriente hasta enredarse en marañas indefinidas. Un hombre se agarraba de un poste luchando contra la deriva para no ser arrastrado. Nunca se supo si se salvó. Eran imágenes que sin pudor mostraban los medios. El agua destruía todo a su paso al entrar en casas, negocios y garajes, pero también convertía plazas y parques en piletas. No se salvaban ni las bibliotecas de las universidades y colegios. Los libros flotaban arruinados.

A medida que avanzaba la noche la humedad penetraba en cada cuerpo y lo hacía temblar de frío y miedo. La pavura de perder la propia vida y la de familia y amigos era escalofriante, pero también la certeza de que sus viviendas sufrirían daños lamentables. Se ahondaba la sensación de inseguridad de cada uno de los evacuados. Fue una noche de brujas, de terror, de silencio, de absoluta soledad, aunque muchos estuvieran acompañados.

Las horas no pasaban, pero el nuevo día llegó inexorable y con él el tiempo de volver o de saber lo que no se quería saber. Qué había pasado… Para los evacuados no era posible, estaban reunidos en escuelas, iglesias y otras instituciones; hasta en casas particulares. No conocían dónde estaban sus seres queridos, no había luz ni comunicaciones lo que aumentaba la angustia generalizada.

Así de delirante era la situación no prevista por las autoridades, no anticipada, más que a posteriori, por todos los niveles jurisdiccionales. Había estudios enjundiosos sobre la posibilidad del riesgo desde años atrás y, sin embargo, no se habían tomado en cuenta. Yacían en los escritorios de los aspirantes a doctorados o presentados en congresos por prestigiosos investigadores; o permanecían indiferentes en la virtualidad. Habían sido inútiles frente a la desgracia, si bien después fueron consultados por los medios. Qué nivel de responsabilidad le correspondía a cada uno es una cuestión para discernir.

En cambio, la solidaridad comenzó a manifestarse para equilibrar tanto descalabro social y natural. En cada punto, en cada lugar del país la población empezó a reaccionar. Juntaron todo lo que pudieron y lo llevaron a diversos centros de acopio. Toneladas de ayuda de personas desinteresadas y conmovidas.

Algunos objetos eran innecesarios, según lo difundió un miembro de la Cruz Roja que en un programa televisivo sentenció que no se requería ropa porque no era posible clasificarla. Advirtió que era mejor depositar dinero. Pero la gente no quería eso, quería dar lo que tenía. Que un pantalón, remera o pullover propios abrigara a alguien con nombre y apellido: a algún niño, a una anciana, a un pobre de los tantos sufrientes afectados. Nadie tenía la receta de cómo debía ayudar, pero en cada club, en cada parroquia, en cada escuela se acumulaban agua, lavandina, prendas, juguetes, enseres de todo tipo. Lo que podían, lo entregaban.

Sentí el corazón desgarrado al ver tanta desgracia, tanta pérdida cercana a mi lugar. Punta Alta también había sufrido lluvias torrenciales y evacuaciones, pero no tanto como Bahía Blanca. Me senté en una silla y luego de separar la ropa de abrigo que ya no usaba, la más linda y cómoda que pude encontrar en mis placares, la doblé con parsimonia y prolijidad, la clasifiqué, la envolví minuciosa. Luego la llevé a un club cercano a mi casa. Incluso algunos recuerdos preciosos que guardaba de mis nietos. Entonces me sentí satisfecha.

A la noche lloré cuando ese conocedor de los desastres dictaminó a viva voz que no era necesaria. Me sentí una refugiada afectiva más. Había reunido memorias tangibles de cuando trabajaba, de cuando salía a pasear o ropa cotidiana, de entrecasa, con la que vivía mi vida que no había afrontado ninguna calamidad natural. Mis pertenencias anónimas terminarían, según el destino anunciado, comidas por las ratas o producirían enfermedades y deberían ser quemadas como lo había sentenciado un ignoto señor.

© Diana Durán, 15 de marzo de 2025

 



[1] Las Aguas Bajan Turbias es una película argentina de Hugo del Carril basada en la novela El río oscuro de Alfredo Varela (quien también colaboró en el guion).

PROYECTO INTERDISCIPLINARIO INNOVADOR A PARTIR DE LA LECTURA DE CUENTOS TERRITORIALES ("EL PUMA Y LOS NIÑOS")




PROYECTO DE LAS PROFESORAS AMALIA AMAYA (GEOGRAFÍA) Y MARIANA DE LA TORRE (LENGUA)


ESCUELA NORMAL SUPERIOR. DALMACIO VÉLEZ SÁRFIELD, VILLA DOLORES, CÓRDOBA.


RESUMEN DEL PROYECTO Y JUSTIFICACIÓN

    Leer, escribir y hablar no son procesos apartados de la realidad y descontextualizados de la práctica del hombre, vivimos en constante proceso de lectura e interpretación de textos, donde confluyen el proceso de oralidad, lectura y escritura. 

    La acción de enseñanza en el ámbito de las disciplinas: Artes Visuales, Lengua y Literatura, Biología, Geografía y Metodología de la investigación en Ciencias Naturales, permite la posibilidad del conocimiento e interpretación del mundo, de enriquecimiento personal y de acción social y comunicativa de los estudiantes. 

    El trabajo interdisciplinario de la lectura, interpretación y socialización de cuentos geográficos "Estampas Territoriales" de Diana Durán: "Amores de Frontera" y "El puma y los niños" y leyendas de nuestro país y de países limítrofes, incentiva a que los jóvenes se aventuran en nuevas oportunidades de aprendizajes, en la reflexión de problemas sociales y sobre todo en contribuir a generar un pensamiento flexible para una formación integral entre varias cátedras. 

    El objetivo primordial, además de promover la comprensión lectora y la interpretación de textos de diferentes tipologías, es también la articulación de diferentes niveles (Inicial, primaria, secundaria y superior), de nuestra escuela, promoviendo y reconociendo la interrelación entre la sociedad y la naturaleza. Los inconvenientes que surjan serán el punto de partida en el desempeño de nuestro Proyecto Innovador, que como Institución y comunidad educadora que somos, afrontaremos el desafío de integrar y asumir nuestra responsabilidad para mejorar nuestras falencias. 

DESCRIPCIÓN DE LA PROBLEMÁTICA EN TÉRMINOS DE DESAFÍO

    Desde el área de Lengua, desde hace un tiempo se viene observando que los estudiantes de primer año del ciclo básico presentan una falencia de comprensión lectora e interpretación de textos.

    Propuesta: se decide iniciar el presente proyecto buscando una transformación en todos los niveles institucionales de manera interdisciplinaria: nivel inicial (en salas de 4 y 5), nivel primario (6° grado), nivel medio (1° año, divisiones A, B, C y D.

    Espacios curriculares: Biología, Geografía, Lengua, Matemática, Tecnología, Artes Visuales) 4° año (Metodología de la investigación en Ciencias Naturales), nivel superior: profesorado de educación secundaria en Biología (3 año: Práctica Docente III; 4° año: Práctica Docente IV, Didáctica de las ciencias naturales, Biología humana y salud; profesorado de educación primaria (Práctica docente IV, ateneo de ciencias naturales).

Actividades que se realizaron 

    Comprensión lectora. Lectura en voz alta. Interpretación de textos. Conectar ideas. Identificar el propósito principal y secundario de emisor. Participación y confección de actividades Responsabilidad y compromiso con alumnos de distintos niveles y sus pares. Utilización del vocabulario adecuado. Exposición clara y precisa. Presentación de láminas con predominio sobre textos, prolijos sin errores ortográficos. Elaboración de souvenirs. Utilización de herramientas y técnicas para la resolución de situaciones problemáticas concretas. Análisis de información estadística relacionada con poblaciones.






Resultados

    Uso de las TICs: Google Maps, diseño y edición audiovisual, Diseño de maquetas y títeres. Dramatización, dibujos, participación, asistencia y puntualidad, lectura y expresión oral, normas ortográficas y gramaticales (escritura creativa). 
Trabajo colaborativo y en equipo (articulación entre niveles). Utilización de canvas y documentos Drive para trabajar de manera colaborativa con las tics. Correcta interpretación de consignas de trabajo y ejecución de actividades, coherencia conceptual. 

    Normas de convivencia: respeto y aceptación de diversas opiniones. Correcto andamiaje y acompañamiento pedagógico, transposición didáctica. Identificación de diferentes tipos de textos. Reconocimiento de flora autóctona y su importancia.


Los alumnos de primer año participantes

Valoración final

    El involucramiento y participación de nuevos docentes y espacios curriculares durante la segunda etapa del proyecto. Hubo actividades planificadas que no llegaron a desarrollarse por mal funcionamiento de dispositivos tecnológicos. El impacto a nivel institucional fue positivo ya que se lograron concretar las metas propuestas a través del desarrollo de las actividades planificadas. 
    El proyecto es altamente replicable para ser implementado durante los próximos ciclos lectivos sumando nuevos grados, cursos, espacios curriculares y docentes.       Es esencial este tipo de proyectos porque cambian la dinámica de las clases y ayudan a la integración de los diferentes espacios curriculares y niveles educativos.

    Finalizamos el proyecto con la puesta en común y la presentación del siguiente video realizado por profesores de Arte y los estudiantes de 1er año secundaria.




Los profesores participantes del video

Como escritora de los cuentos territoriales nada me hace más feliz que estos proyectos elaborados por profesores y alumnos con tantas ganas y excelente producción.

Diana Durán

Vean este hermoso video:





El cuento utilizado en el proyecto: "El puma y los niños" CUENTOS TERRITORIALES: EL PUMA Y LOS NIÑOS

TEMPESTADES

 


Creado con IA

TEMPESTADES

 

Fue un verano distinto, no tanto por el calor sino por la sequedad del ambiente. Parecía que los rostros se resquebrajaban. A cada rato había que cubrirse de crema porque, en caso contrario, se sentían las manos y la cara marchitas.

En la pequeña localidad al pie de la serranía donde vivía con Sebastián y mis hijos, las calles eran de tierra. El polvo que las máquinas regadoras siempre lograban asentar había empezado a formar torbellinos. Éstos ingresaban a las casas y lo cubrían todo con una pátina cenicienta. De nada servía limpiar, porque al poco tiempo había que volver a empezar. Las casas parecían deshabitadas porque los vecinos cerraban puertas y ventanas de día y noche. Si entraba un remolino terroso a una vivienda se tenía que barrer todo de nuevo. En realidad, se iban superponiendo capas que ni la mujer más abnegada podía baldear.

La primaria y el jardín de infantes estaban clausurados. No había personal que pudiera sacar la tierra de aulas, muebles y patios. Eso suponía que los niños estuvieran encerrados en sus casas todo el día, en un lugar como el nuestro donde siempre habían retozado en libertad en bosquecillos, parques y valles de los arroyos. Conocían a la perfección estos sitios. Mis dos hijos varones eran líderes de esas pandillas. Cuando los problemas se profundizaron, el intendente decidió que no comenzaran las clases.

Los aromos de la calle principal, el bosque en galería de los cauces perimetrales del pueblo y la verde armonía de los árboles que poblaban los lotes estaban cubiertos de polvo. Todo el ambiente se había teñido de un tono pardo triste y oscuro. Pero no solo eso, había empezado a escasear el agua y las canaletas estaban tapadas. Para enfrentar la situación se formaron cuadrillas de hombres preparados para limpiar y destapar por si se produjera una lluvia que pudiera traer alivio a la situación.

La asamblea comunal se reunió una mañana para tomar decisiones sobre qué hacer frente a un fenómeno tan excepcional. Luego de mucho debatir, se llegó a la conclusión de que nada era mejor que intensificar la limpieza de sumideros. Solo se podía esperar a que una buena lluvia se encargara de frenar los remolinos y acarrear la polvareda ambiental.

Algunos hombres, entre ellos Sebastián, se habían aventurado a salir del pueblo para saber qué sucedía en las cercanías. A veinte kilómetros la situación era parecida, aunque el cielo se despejaba temporariamente y las aguas corrían límpidas. Tampoco se veían mangas desplazándose por doquier. Volvieron algo confundidos por las inciertas evidencias. Nuestro pueblo era el único de la comarca azotado por el polvo. Cosa de mandinga, se decía por allí.

Los más arriesgados salieron a revisar el entorno, cerca del pie de los cerros y se sorprendieron al encontrar animales alrededor de una laguna casi seca. Compartían el ambiente especies como jabalíes, ciervos, liebres y aves grandes -garzas y águilas moras- apostadas en las orillas mientras bebían tranquilas en ese humedal. La fauna estaba en paz.

Continuaron los días áridos y sedientos hasta que una noche sin estrellas, todo se trastocó. No había previsión meteorológica de lluvias intensas. Primero empezó a tronar, luego se iluminó el cielo a través del polvo todavía reinante con tremendos relámpagos y sobrevino un frente de tormenta imprevisto. Los torbellinos fueron reemplazados por tormentas eléctricas. Estallaban truenos ensordecedores y los relámpagos descargaban la electricidad entre las nubes o, lo que era peor, entre las nubes y la tierra o los árboles. Se veían líneas zigzagueantes de luz y chispas refulgentes que iluminaban la oscuridad del pueblo a través de la bruma persistente.

Al poco tiempo, el espectáculo avanzó sobre la naturaleza y el terruño, llevándose todo a su paso. Nos refugiamos como pudimos. Las ráfagas de viento zumbaban ensordecedoras. Nuestros hijos tan baqueanos se abrazaban a nosotros que les pedíamos se soltaran para hacer otras tareas. No nos queríamos quedar mirando el espectáculo sin actuar. Teníamos la sensación de inminencia y tensión por lo imprevisto. Siguió el granizo, grandes bolas estridentes golpeaban el techo y nos hacían sobresaltar. No era gracioso como en otras ocasiones y ninguno se atrevía a salir a recogerlos. Luego sobrevino un aguacero tan intenso como nunca habíamos sufrido. Cayeron baldazos de agua durante horas. Sebastián quería salir a ver qué pasaba, pero yo no lo dejaba, era peligroso. Los arroyos empezaron a cargarse; escuchábamos las rocas de sus lechos chocar una contra la otra con furia y nos imaginábamos una avenida que podía salirse de los cauces. Así estuvimos durante horas sin dormir hasta que el agua comenzó a entrar por debajo de los zócalos. Entonces nos pusimos manos a la obra para evitar que se inundara la casa. Buscamos cuanto plástico, trapo y papel había en ella. Luego no hubo más remedio que empezar a sacar el agua que se colaba con escurridores. El techo tenía filtraciones así que pusimos baldes en el piso donde había goteras. Nuestro jardín tenía que infiltrar, pensábamos, pero no, los gotones habían tapado el suelo que ya no era poroso por culpa del maldito polvo de la sequía previa. Vimos que nuestro auto comenzaba a moverse peligrosamente de donde estaba estacionado. Sebastián me advirtió que iba a salir para acomodarlo. Le dije que no, que no importaba. Se fue igual. No volvió. En la oscuridad no podía saber qué le pasaba. Lo llamé primero tranquila, luego comencé a gritar con desesperación. Percibí que una masa de agua y barro corría por la calle de tierra; atiné a abrazar a mis hijos y subir al primer piso de la casa. Vi entrar el agua con lodo al comedor, la cocina, el baño y también comprendí que arrasaría todas nuestras pertenencias. La casa crujía y un hedor pestilente provenía del exterior. El celular no tenía conexión, estaba incomunicada. Sentí mucho frío y arropé a mis hijos que lloraban. Pasamos toda la noche estrechados y finalmente caímos rendidos. Me despertaba como de una pesadilla a cada rato, pero el sueño me vencía.

Llegó el amanecer. La tormenta brutal había pasado. Los pisos de la casa se habían escurrido, pero estaban cubiertos de lodo y todos los muebles y enseres yacían mezclados y destruidos. Solo me importaba Sebastián en este momento. Atravesé la puerta para buscarlo pensando en lo peor y lo vi llegar desde el centro entre el barro y las rocas con paso lento y agobiado. Había estado ayudando a los bomberos. Él se había salvado. Nosotros también.

Todo lo demás era un cuento de terror que se había terminado. La mole serrana y el fenómeno ruinoso no nos habían vencido.

Azorados supimos más tarde que los pueblos aledaños no cubiertos de polvo fueron arrasados por aludes. Algo extraño había sucedido que las ciencias meteorológicas no podían explicar.


© Diana Durán, 10 de marzo de 2025


TERRITORIOS AUSENTES. NUEVO LIBRO DIANA DURAN

 



El nuevo libro de cuentos de Diana Durán, titulado "TERRITORIOS AUSENTES" con prólogo de Héctor Correa y los siguientes cuentos:

I. ITINERARIOS

Viaje tras la ventanilla del micro
De puro vagar
Mi lugar en el mundo
Crisis en la Gran Ciudad
Una carta sorpresiva
Tierra prometida
Despedida y retorno

II. AMBIENTES

El sur
La selva sin mal
Aventuras fraternales en tierras de Tucumán
Milagro en la fuente de las Cibeles
Finde semana en Villa Ventana
El nido
El riesgo de un castigo
Hallazgo serrano
Frente a los incendios
La resistencia y la memoria
Devastación en el entorno prehistórico
Reflejos de una catástrofe
Del bosque chaqueño: nuestra querencia


III. COSTUMBRES

Los motoqueros del barrio
Pasión futbolera
Revelación infantil
Ascenso en las Torres de las Catalinas
Tiempo de volver
Juicio a la Esperanza
Culpas de vestido largo

IV. TERRITORIOS INTERIORES

Interminable espera
En el jardín de siempre
Delirios
Rompecabezas
Amnesia y territorio
El piano abandonado
El albañil

Para obtenerlo comunicate por:

 2932-521423
Correo diana.a.duran@gmail.com

Facebook Diana Durán

Instagram: diana.duran19




POESÍAS DE ALUMNOS DE VICTORIA, ENTRE RÍOS

 


Los alumnos de tercer año de la Escuela Secundaria N° 6 de Contexto Rural de Rincón de Nogoyá, Victoria. Entre Ríos.

En el marco del trabajo con el cuento "El Riesgo de un Castigo" de Diana Durán, perteneciente a la colección Cuentos Territoriales, los estudiantes de 3er Año del Ciclo Básico de nuestra Escuela Secundaria N° 6 de Contexto Rural de Rincón de Nogoyá, Comuna del Departamento Victoria, Entre Ríos, han creado valiosas producciones que reflejan la emoción y la pérdida que sintió una familia durante una sequía.

A partir de sus experiencias personales y entrevistas realizadas en nuestra comunidad, que ha sido afectada por la bajante del Río Paraná y la situación hídrica y productiva de la zona, nuestros estudiantes han logrado plasmar en poemas y raps, la esencia de la historia y su conexión con la realidad que viven.

Con esta actividad, se buscó interpelar la realidad, tomar consciencia y destacar la importancia de preservar y velar por nuestros bienes comunales naturales, como el Río Paraná y el suelo que nos brindan vida y sustento. 

Prof. Nicolás Jara


Aquí los poemas y raps


RAP DEL ABUELO

Joaquín Pensotti

Mi familia fue bondadosa y por bondadosa fue hermosa

Dios quiera que en el futuro no le haga cualquier cosa

siempre vivimos del campo y aunque fue complicado siempre pudimos comer gracias a nuestro ganado.

Yo nací allá en Grecia desde chico planté vid luego vine pa’ Argentina supe lo que era vivir.

Ahora se me secó el campo yo no sabía qué hacer

se me murieron las vacas

ya no tengo pa’ comer.

 

Mi familia siempre fue buena se tuvieron que esfozar para buscar la comida en el campo trabajar mis dos nietos estudiaron a Córdoba se fueron

pa’ pagarles los estudios me costó bastantes ceros.

 

RAP

Emiliano Gaitán

El abuelo vino de Grecia.

Con la emigración

culpa de las guerras y su frustración.

 

Llegó a Entre Ríos

de fauna

llena de vida

de tierra fértil

donde todo era alegría

con esta paz y toda la armonía

pero todo esto un día cambiaría

porque se aproximaba

una gran sequía.

 

Todo era caos, emigraciones de animales y bomberos apagando

incendios forestales.

 

La familia perdería todo lo que habían logrado y para tener comida

malvendían sus ganados

hace tiempo no llovía

los campos se habían secado.

 

Después de un largo tiempo

la lluvia vino y para celebrar se juntaron con amigos

en chiste el abuelo dijo

sequía yo te maldigo

todos ya felices

porque creció el trigo

pero aprendieron

lo que es el riesgo de un castigo.

 

INFIERNO ENTRERRIANO

Bruno Cáceres

Que fea pérdida

sufría la familia

que el ganado perdía

culpa de la sequía

 

Don Rambo sufría

Por el campo sin vida

Testigo sería

Del castigo que venía.

 

Un incendio azotaría

A la provincia ya perdida

Por mucho que rezarían

La lluvia nunca llegaría.

 

Un infierno pasaría

Esa pobre provincia

Por culpa de los humanos

Por demasiado pasaría.

 

 

LA NATURALEZA

 

Micaela Graff

 

En el campo de mi familia

como un castigo del cielo

Llegó un día la sequía

Que, sin piedad, azotó.

 

El sol ardiente quemaba,

la tierra dejó sin vida.

Sin rastro de agua ni pasto

nuestro ganado sufría.

 

El incendio que siguió,

Fue una guerra declarada

Mi familia me guió

Para seguir en esta vida condenada.

Aprendimos una lección.

Cuidar la naturaleza, tener otra intención

Y cuidar esta belleza.

 

DOLOR

Agustina Albornoz

Increíble el dolor sembró

esta pérdida en mi corazón

Tal vez en otra vida

En esa vida no había sequía. Tal vez... "En otra vida"

Tal vez en otro universo

En este universo estábamos todos contentos

Tal vez... "En otro universo"

Tal vez en otra época

La inundación era mito

Y la sequía era leyenda

 

Tal vez... "En otra época"

 

En esta vida

Todo es tristeza y dolor Que esta sequía

Sembró en mi corazón

 

Agradezco profundamente este trabajo tanto del profesor Nicolás Jara como de sus alumnos.

Diana Durán, 10 de diciembre de 2024

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