PROYECTO INTERDISCIPLINARIO INNOVADOR A PARTIR DE LA LECTURA DE CUENTOS TERRITORIALES ("EL PUMA Y LOS NIÑOS")




PROYECTO DE LAS PROFESORAS AMALIA AMAYA (GEOGRAFÍA) Y MARIANA DE LA TORRE (LENGUA)


ESCUELA NORMAL SUPERIOR. DALMACIO VÉLEZ SÁRFIELD, VILLA DOLORES, CÓRDOBA.


RESUMEN DEL PROYECTO Y JUSTIFICACIÓN

    Leer, escribir y hablar no son procesos apartados de la realidad y descontextualizados de la práctica del hombre, vivimos en constante proceso de lectura e interpretación de textos, donde confluyen el proceso de oralidad, lectura y escritura. 

    La acción de enseñanza en el ámbito de las disciplinas: Artes Visuales, Lengua y Literatura, Biología, Geografía y Metodología de la investigación en Ciencias Naturales, permite la posibilidad del conocimiento e interpretación del mundo, de enriquecimiento personal y de acción social y comunicativa de los estudiantes. 

    El trabajo interdisciplinario de la lectura, interpretación y socialización de cuentos geográficos "Estampas Territoriales" de Diana Durán: "Amores de Frontera" y "El puma y los niños" y leyendas de nuestro país y de países limítrofes, incentiva a que los jóvenes se aventuran en nuevas oportunidades de aprendizajes, en la reflexión de problemas sociales y sobre todo en contribuir a generar un pensamiento flexible para una formación integral entre varias cátedras. 

    El objetivo primordial, además de promover la comprensión lectora y la interpretación de textos de diferentes tipologías, es también la articulación de diferentes niveles (Inicial, primaria, secundaria y superior), de nuestra escuela, promoviendo y reconociendo la interrelación entre la sociedad y la naturaleza. Los inconvenientes que surjan serán el punto de partida en el desempeño de nuestro Proyecto Innovador, que como Institución y comunidad educadora que somos, afrontaremos el desafío de integrar y asumir nuestra responsabilidad para mejorar nuestras falencias. 

DESCRIPCIÓN DE LA PROBLEMÁTICA EN TÉRMINOS DE DESAFÍO

    Desde el área de Lengua, desde hace un tiempo se viene observando que los estudiantes de primer año del ciclo básico presentan una falencia de comprensión lectora e interpretación de textos.

    Propuesta: se decide iniciar el presente proyecto buscando una transformación en todos los niveles institucionales de manera interdisciplinaria: nivel inicial (en salas de 4 y 5), nivel primario (6° grado), nivel medio (1° año, divisiones A, B, C y D.

    Espacios curriculares: Biología, Geografía, Lengua, Matemática, Tecnología, Artes Visuales) 4° año (Metodología de la investigación en Ciencias Naturales), nivel superior: profesorado de educación secundaria en Biología (3 año: Práctica Docente III; 4° año: Práctica Docente IV, Didáctica de las ciencias naturales, Biología humana y salud; profesorado de educación primaria (Práctica docente IV, ateneo de ciencias naturales).

Actividades que se realizaron 

    Comprensión lectora. Lectura en voz alta. Interpretación de textos. Conectar ideas. Identificar el propósito principal y secundario de emisor. Participación y confección de actividades Responsabilidad y compromiso con alumnos de distintos niveles y sus pares. Utilización del vocabulario adecuado. Exposición clara y precisa. Presentación de láminas con predominio sobre textos, prolijos sin errores ortográficos. Elaboración de souvenirs. Utilización de herramientas y técnicas para la resolución de situaciones problemáticas concretas. Análisis de información estadística relacionada con poblaciones.






Resultados

    Uso de las TICs: Google Maps, diseño y edición audiovisual, Diseño de maquetas y títeres. Dramatización, dibujos, participación, asistencia y puntualidad, lectura y expresión oral, normas ortográficas y gramaticales (escritura creativa). 
Trabajo colaborativo y en equipo (articulación entre niveles). Utilización de canvas y documentos Drive para trabajar de manera colaborativa con las tics. Correcta interpretación de consignas de trabajo y ejecución de actividades, coherencia conceptual. 

    Normas de convivencia: respeto y aceptación de diversas opiniones. Correcto andamiaje y acompañamiento pedagógico, transposición didáctica. Identificación de diferentes tipos de textos. Reconocimiento de flora autóctona y su importancia.


Los alumnos de primer año participantes

Valoración final

    El involucramiento y participación de nuevos docentes y espacios curriculares durante la segunda etapa del proyecto. Hubo actividades planificadas que no llegaron a desarrollarse por mal funcionamiento de dispositivos tecnológicos. El impacto a nivel institucional fue positivo ya que se lograron concretar las metas propuestas a través del desarrollo de las actividades planificadas. 
    El proyecto es altamente replicable para ser implementado durante los próximos ciclos lectivos sumando nuevos grados, cursos, espacios curriculares y docentes.       Es esencial este tipo de proyectos porque cambian la dinámica de las clases y ayudan a la integración de los diferentes espacios curriculares y niveles educativos.

    Finalizamos el proyecto con la puesta en común y la presentación del siguiente video realizado por profesores de Arte y los estudiantes de 1er año secundaria.




Los profesores participantes del video

Como escritora de los cuentos territoriales nada me hace más feliz que estos proyectos elaborados por profesores y alumnos con tantas ganas y excelente producción.

Diana Durán

Vean este hermoso video:





El cuento utilizado en el proyecto: "El puma y los niños" CUENTOS TERRITORIALES: EL PUMA Y LOS NIÑOS

TEMPESTADES

 


Creado con IA

TEMPESTADES

 

Fue un verano distinto, no tanto por el calor sino por la sequedad del ambiente. Parecía que los rostros se resquebrajaban. A cada rato había que cubrirse de crema porque, en caso contrario, se sentían las manos y la cara marchitas.

En la pequeña localidad al pie de la serranía donde vivía con Sebastián y mis hijos, las calles eran de tierra. El polvo que las máquinas regadoras siempre lograban asentar había empezado a formar torbellinos. Éstos ingresaban a las casas y lo cubrían todo con una pátina cenicienta. De nada servía limpiar, porque al poco tiempo había que volver a empezar. Las casas parecían deshabitadas porque los vecinos cerraban puertas y ventanas de día y noche. Si entraba un remolino terroso a una vivienda se tenía que barrer todo de nuevo. En realidad, se iban superponiendo capas que ni la mujer más abnegada podía baldear.

La primaria y el jardín de infantes estaban clausurados. No había personal que pudiera sacar la tierra de aulas, muebles y patios. Eso suponía que los niños estuvieran encerrados en sus casas todo el día, en un lugar como el nuestro donde siempre habían retozado en libertad en bosquecillos, parques y valles de los arroyos. Conocían a la perfección estos sitios. Mis dos hijos varones eran líderes de esas pandillas. Cuando los problemas se profundizaron, el intendente decidió que no comenzaran las clases.

Los aromos de la calle principal, el bosque en galería de los cauces perimetrales del pueblo y la verde armonía de los árboles que poblaban los lotes estaban cubiertos de polvo. Todo el ambiente se había teñido de un tono pardo triste y oscuro. Pero no solo eso, había empezado a escasear el agua y las canaletas estaban tapadas. Para enfrentar la situación se formaron cuadrillas de hombres preparados para limpiar y destapar por si se produjera una lluvia que pudiera traer alivio a la situación.

La asamblea comunal se reunió una mañana para tomar decisiones sobre qué hacer frente a un fenómeno tan excepcional. Luego de mucho debatir, se llegó a la conclusión de que nada era mejor que intensificar la limpieza de sumideros. Solo se podía esperar a que una buena lluvia se encargara de frenar los remolinos y acarrear la polvareda ambiental.

Algunos hombres, entre ellos Sebastián, se habían aventurado a salir del pueblo para saber qué sucedía en las cercanías. A veinte kilómetros la situación era parecida, aunque el cielo se despejaba temporariamente y las aguas corrían límpidas. Tampoco se veían mangas desplazándose por doquier. Volvieron algo confundidos por las inciertas evidencias. Nuestro pueblo era el único de la comarca azotado por el polvo. Cosa de mandinga, se decía por allí.

Los más arriesgados salieron a revisar el entorno, cerca del pie de los cerros y se sorprendieron al encontrar animales alrededor de una laguna casi seca. Compartían el ambiente especies como jabalíes, ciervos, liebres y aves grandes -garzas y águilas moras- apostadas en las orillas mientras bebían tranquilas en ese humedal. La fauna estaba en paz.

Continuaron los días áridos y sedientos hasta que una noche sin estrellas, todo se trastocó. No había previsión meteorológica de lluvias intensas. Primero empezó a tronar, luego se iluminó el cielo a través del polvo todavía reinante con tremendos relámpagos y sobrevino un frente de tormenta imprevisto. Los torbellinos fueron reemplazados por tormentas eléctricas. Estallaban truenos ensordecedores y los relámpagos descargaban la electricidad entre las nubes o, lo que era peor, entre las nubes y la tierra o los árboles. Se veían líneas zigzagueantes de luz y chispas refulgentes que iluminaban la oscuridad del pueblo a través de la bruma persistente.

Al poco tiempo, el espectáculo avanzó sobre la naturaleza y el terruño, llevándose todo a su paso. Nos refugiamos como pudimos. Las ráfagas de viento zumbaban ensordecedoras. Nuestros hijos tan baqueanos se abrazaban a nosotros que les pedíamos se soltaran para hacer otras tareas. No nos queríamos quedar mirando el espectáculo sin actuar. Teníamos la sensación de inminencia y tensión por lo imprevisto. Siguió el granizo, grandes bolas estridentes golpeaban el techo y nos hacían sobresaltar. No era gracioso como en otras ocasiones y ninguno se atrevía a salir a recogerlos. Luego sobrevino un aguacero tan intenso como nunca habíamos sufrido. Cayeron baldazos de agua durante horas. Sebastián quería salir a ver qué pasaba, pero yo no lo dejaba, era peligroso. Los arroyos empezaron a cargarse; escuchábamos las rocas de sus lechos chocar una contra la otra con furia y nos imaginábamos una avenida que podía salirse de los cauces. Así estuvimos durante horas sin dormir hasta que el agua comenzó a entrar por debajo de los zócalos. Entonces nos pusimos manos a la obra para evitar que se inundara la casa. Buscamos cuanto plástico, trapo y papel había en ella. Luego no hubo más remedio que empezar a sacar el agua que se colaba con escurridores. El techo tenía filtraciones así que pusimos baldes en el piso donde había goteras. Nuestro jardín tenía que infiltrar, pensábamos, pero no, los gotones habían tapado el suelo que ya no era poroso por culpa del maldito polvo de la sequía previa. Vimos que nuestro auto comenzaba a moverse peligrosamente de donde estaba estacionado. Sebastián me advirtió que iba a salir para acomodarlo. Le dije que no, que no importaba. Se fue igual. No volvió. En la oscuridad no podía saber qué le pasaba. Lo llamé primero tranquila, luego comencé a gritar con desesperación. Percibí que una masa de agua y barro corría por la calle de tierra; atiné a abrazar a mis hijos y subir al primer piso de la casa. Vi entrar el agua con lodo al comedor, la cocina, el baño y también comprendí que arrasaría todas nuestras pertenencias. La casa crujía y un hedor pestilente provenía del exterior. El celular no tenía conexión, estaba incomunicada. Sentí mucho frío y arropé a mis hijos que lloraban. Pasamos toda la noche estrechados y finalmente caímos rendidos. Me despertaba como de una pesadilla a cada rato, pero el sueño me vencía.

Llegó el amanecer. La tormenta brutal había pasado. Los pisos de la casa se habían escurrido, pero estaban cubiertos de lodo y todos los muebles y enseres yacían mezclados y destruidos. Solo me importaba Sebastián en este momento. Atravesé la puerta para buscarlo pensando en lo peor y lo vi llegar desde el centro entre el barro y las rocas con paso lento y agobiado. Había estado ayudando a los bomberos. Él se había salvado. Nosotros también.

Todo lo demás era un cuento de terror que se había terminado. La mole serrana y el fenómeno ruinoso no nos habían vencido.

Azorados supimos más tarde que los pueblos aledaños no cubiertos de polvo fueron arrasados por aludes. Algo extraño había sucedido que las ciencias meteorológicas no podían explicar.


© Diana Durán, 10 de marzo de 2025


TERRITORIOS AUSENTES. NUEVO LIBRO DIANA DURAN

 



El nuevo libro de cuentos de Diana Durán, titulado "TERRITORIOS AUSENTES" con prólogo de Héctor Correa y los siguientes cuentos:

I. ITINERARIOS

Viaje tras la ventanilla del micro
De puro vagar
Mi lugar en el mundo
Crisis en la Gran Ciudad
Una carta sorpresiva
Tierra prometida
Despedida y retorno

II. AMBIENTES

El sur
La selva sin mal
Aventuras fraternales en tierras de Tucumán
Milagro en la fuente de las Cibeles
Finde semana en Villa Ventana
El nido
El riesgo de un castigo
Hallazgo serrano
Frente a los incendios
La resistencia y la memoria
Devastación en el entorno prehistórico
Reflejos de una catástrofe
Del bosque chaqueño: nuestra querencia


III. COSTUMBRES

Los motoqueros del barrio
Pasión futbolera
Revelación infantil
Ascenso en las Torres de las Catalinas
Tiempo de volver
Juicio a la Esperanza
Culpas de vestido largo

IV. TERRITORIOS INTERIORES

Interminable espera
En el jardín de siempre
Delirios
Rompecabezas
Amnesia y territorio
El piano abandonado
El albañil

Para obtenerlo comunicate por:

 2932-521423
Correo diana.a.duran@gmail.com

Facebook Diana Durán

Instagram: diana.duran19




POESÍAS DE ALUMNOS DE VICTORIA, ENTRE RÍOS

 


Los alumnos de tercer año de la Escuela Secundaria N° 6 de Contexto Rural de Rincón de Nogoyá, Victoria. Entre Ríos.

En el marco del trabajo con el cuento "El Riesgo de un Castigo" de Diana Durán, perteneciente a la colección Cuentos Territoriales, los estudiantes de 3er Año del Ciclo Básico de nuestra Escuela Secundaria N° 6 de Contexto Rural de Rincón de Nogoyá, Comuna del Departamento Victoria, Entre Ríos, han creado valiosas producciones que reflejan la emoción y la pérdida que sintió una familia durante una sequía.

A partir de sus experiencias personales y entrevistas realizadas en nuestra comunidad, que ha sido afectada por la bajante del Río Paraná y la situación hídrica y productiva de la zona, nuestros estudiantes han logrado plasmar en poemas y raps, la esencia de la historia y su conexión con la realidad que viven.

Con esta actividad, se buscó interpelar la realidad, tomar consciencia y destacar la importancia de preservar y velar por nuestros bienes comunales naturales, como el Río Paraná y el suelo que nos brindan vida y sustento. 

Prof. Nicolás Jara


Aquí los poemas y raps


RAP DEL ABUELO

Joaquín Pensotti

Mi familia fue bondadosa y por bondadosa fue hermosa

Dios quiera que en el futuro no le haga cualquier cosa

siempre vivimos del campo y aunque fue complicado siempre pudimos comer gracias a nuestro ganado.

Yo nací allá en Grecia desde chico planté vid luego vine pa’ Argentina supe lo que era vivir.

Ahora se me secó el campo yo no sabía qué hacer

se me murieron las vacas

ya no tengo pa’ comer.

 

Mi familia siempre fue buena se tuvieron que esfozar para buscar la comida en el campo trabajar mis dos nietos estudiaron a Córdoba se fueron

pa’ pagarles los estudios me costó bastantes ceros.

 

RAP

Emiliano Gaitán

El abuelo vino de Grecia.

Con la emigración

culpa de las guerras y su frustración.

 

Llegó a Entre Ríos

de fauna

llena de vida

de tierra fértil

donde todo era alegría

con esta paz y toda la armonía

pero todo esto un día cambiaría

porque se aproximaba

una gran sequía.

 

Todo era caos, emigraciones de animales y bomberos apagando

incendios forestales.

 

La familia perdería todo lo que habían logrado y para tener comida

malvendían sus ganados

hace tiempo no llovía

los campos se habían secado.

 

Después de un largo tiempo

la lluvia vino y para celebrar se juntaron con amigos

en chiste el abuelo dijo

sequía yo te maldigo

todos ya felices

porque creció el trigo

pero aprendieron

lo que es el riesgo de un castigo.

 

INFIERNO ENTRERRIANO

Bruno Cáceres

Que fea pérdida

sufría la familia

que el ganado perdía

culpa de la sequía

 

Don Rambo sufría

Por el campo sin vida

Testigo sería

Del castigo que venía.

 

Un incendio azotaría

A la provincia ya perdida

Por mucho que rezarían

La lluvia nunca llegaría.

 

Un infierno pasaría

Esa pobre provincia

Por culpa de los humanos

Por demasiado pasaría.

 

 

LA NATURALEZA

 

Micaela Graff

 

En el campo de mi familia

como un castigo del cielo

Llegó un día la sequía

Que, sin piedad, azotó.

 

El sol ardiente quemaba,

la tierra dejó sin vida.

Sin rastro de agua ni pasto

nuestro ganado sufría.

 

El incendio que siguió,

Fue una guerra declarada

Mi familia me guió

Para seguir en esta vida condenada.

Aprendimos una lección.

Cuidar la naturaleza, tener otra intención

Y cuidar esta belleza.

 

DOLOR

Agustina Albornoz

Increíble el dolor sembró

esta pérdida en mi corazón

Tal vez en otra vida

En esa vida no había sequía. Tal vez... "En otra vida"

Tal vez en otro universo

En este universo estábamos todos contentos

Tal vez... "En otro universo"

Tal vez en otra época

La inundación era mito

Y la sequía era leyenda

 

Tal vez... "En otra época"

 

En esta vida

Todo es tristeza y dolor Que esta sequía

Sembró en mi corazón

 

Agradezco profundamente este trabajo tanto del profesor Nicolás Jara como de sus alumnos.

Diana Durán, 10 de diciembre de 2024

CULPAS DE VESTIDO LARGO

 


Imagen generada por IA

Corría el año sesenta y ocho. Llegaban los festejos de quince de las mujeres y los bailes de egresados de los varones. Las fiestas de largo se sucedían una tras otra. En el Plaza Hotel, el Savoy o el Círculo Militar; en casas lujosas de Belgrano, pero también en salones austeros de confiterías de Monserrat o Villa del Parque. La mezcla social de la clase media porteña en los liceos así lo permitía. Las madres no daban abasto para terminar de coser o ir a las pruebas de las modistas para culminar los vestidos que lucirían sus hijas. A los cumpleaños de quince se les daba importancia como si fueran las ceremonias de presentación en sociedad durante los bailes de principiantes del siglo XVIII en Inglaterra que se hicieron populares hasta principios del XX. Eran otras épocas y, sin embargo, la historia se repetía más por el interés de los padres que por el de las propias jóvenes.

Durante mi primer baile, en el patio del colegio San José, lucí un vestido de raso turquesa que me había prestado una amiga, a cuyo escote mi madre le agregó una flor para ocultar mi somero busto. Bailé toda la noche sintiéndome una princesa. Todavía mamá no había encontrado la modista que más tarde confeccionaría mi vestuario. Pobre de mí cuando la halló. Yo me ocultaba hasta que ella lograba llevarme a la rastra al taller donde transcurría el tormento de medidas y alfileres. A mí no me interesaban la vestimenta ni los detalles. Solo quería bailar y divertirme. A veces mi padre me acompañaba hasta el lugar de la gala, otras tantas iba con mi hermano si se trataba de amistades comunes. Yo sufría sobremanera los vestidos de gasa, piqué o broderie de colores exasperadamente suaves, tonos celestes cielo, rosa bebé o amarillo patito que me convertían en una niña de seis años vestida de largo. Nada que dejara entrever mi incipiente cuerpo de mujer. No tenía la oportunidad de refunfuñar ni de cambiar el modelo porque en esa época las elecciones de las jóvenes eran mínimas. Al menos en mi caso.

Casi a fin de año me puse de novia con Marcelo, un chico dos años mayor que yo del colegio Marianista. Me habían gustado sus ojos claros y su cabello rubio rizado. Si bien no pertenecía a una familia de alcurnia como la que mis padres pretendían, el muchacho era confiable como para lograr el permiso y poder salir con él. Tenía buenos modales, era dulce y sobre todo fiel, algo raro para esa época, pues cambiábamos de novios como de zapatos, sin tristezas ni remordimientos. Recuerdo que camino a una de las tantas fiestas, tomó mi brazo y me acarició de una manera especial mirándome a los ojos. Casi muero de vergüenza por la sensación turbadora, pero a la vez placentera que me causó. Mis mejillas enrojecieron y entre la culpa y el encanto logré superar las circunstancias. Inocente de mí que solo había bailado con él un poco más juntos y había recibido algunos besos en los labios, no más que eso.

Los padres de mi novio le regalaron al egresar un viaje a Europa con sus compañeros de promoción. Yo estaba recién en tercer año del colegio. Así fue como hasta el día en que partió nuestra relación consistió en concurrir juntos a unos pocos eventos, algunas salidas a caminar por la avenida Santa Fe, cartitas cortas pero amorosas y largas charlas por teléfono, interrumpidas por la burla de mi hermano. Mi flamante pretendiente partió a Europa. Su viaje duró un mes y yo me fui dos de vacaciones con mi familia a San Juan y Mar del Plata. En consecuencia, no nos vimos por tres largos meses.

No lo extrañé mucho ese verano porque era tiempo de diversión, juegos y placeres adolescentes. Eso sí, nos escribíamos largas cartas, pero las guardábamos para el reencuentro ya que no las podíamos intercambiar ante los diversos lugares en que nos hallábamos.

Al regreso a Buenos Aires comencé a sentirme ilusionada con volver a ver a Marcelo. Había idealizado al joven amoroso al que me unía más la fantasía que la realidad. A principios de marzo acordamos la cita. Respondí que sí a su propuesta de venir a casa. Estaba feliz de la vida.

Llegó el día del reencuentro. Me vestí con un jean azul y una remera ajustada. Arreglé mis cabellos con un ondulado natural y el flequillo largo hacia un costado. Esa tarde bailé una y otra vez ante el espejo antes de su llegada al son de “Viento dile a la lluvia”, “Rock de la Mujer Perdida”[1], “Rasguña las Piedras” y “Aprende a ser”[2]. Para ese entonces mi madre no me dominaba en la elección de la vestimenta si se trataba de un encuentro informal. Me sentía atractiva y excitada.

Tocó el timbre a las cinco en punto y abrí la puerta. Me palpitaba el corazón. Allí estaba Marcelo parado con su sonrisa inconfundible. Apenas divisé en sus manos un paquete lleno de regalos porque tuve que mirar hacia abajo para descubrir sus hermosos ojos celestes. En el tiempo en que no nos vimos yo había crecido y le llevaba casi una cabeza a mi querido y dulce novio.

¡Qué desilusión y qué culpa! Una grandísima culpa por desenamorarme en menos de un minuto de aquel petiso que me miraba tierno como siempre, esperando el abrazo intenso que solo fue fugaz y el beso que duró lo que un lirio.

 



[1] Canciones de Los Gatos

[2] Canciones de Sui Generis

© Diana Durán, 9 de diciembre de 2024

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